Durante todo el proceso semiológico diagnóstico, pronóstico y terapéutico, los médicos y pacientes tomamos decisiones sobre cada aspecto clínico de la enfermedad. “Jugamos” con las probabilidades y con la responsabilidad de su mejoría sobre nuestros hombros, proponemos a nuestros pacientes llevar a cabo pruebas diagnósticas, medidas terapéuticas, procedimientos quirúrgicos y todo tipo de intervención cuya finalidad es la mejoría o curación de los mismos. El proceso de “toma de decisiones” es un término muy amplio, que se define como el proceso de elegir una opción entre varias que dan como resultado cierto suceso. Sin embargo, la “toma de decisiones clínicas” conlleva un proceso más complejo, y mientras las tecnologías en salud siguen desarrollándose, el camino que hay que seguir se hace más tortuoso día con día. A principios del siglo pasado, en los albores de la medicina científica, los médicos poseían un rango estrecho de posibilidades diagnósticas, algunas pruebas de laboratorio muy generales y tratamientos, los cuales muchos de ellos, eran poco efectivos. A medida que el conocimiento en la fisiología y en la fisiopatología de la enfermedad ha aumentado dramáticamente en las últimas décadas, así como nuestra habilidad para alterar el curso natural de la enfermedad; la dificultad en muchas ocasiones para la toma de decisiones clínicas también se ha incrementado. Pero eso no es todo, muchas veces contamos con terapias curativas, pero en muchos padecimientos como en los oncológicos, las opciones terapéuticas no consiguen la cura de nuestros pacientes y además contemplan análisis de costo, uso de recursos e impacto en la calidad de vida; lo que dificulta aún más llevar a cabo estas decisiones con los pacientes.
2014-12-09 | 614 visitas | 1 valoraciones
Vol. 13 Núm.3. Mayo-Junio 2014 Pags. 141-143 Gamo 2014; 13(3)