Autores: Chávez Domínguez Rafael César, De Micheli Serra Alfredo
En el siglo XVIII, el naturalista inglés Stephen Hales inició el procedimiento de la esfigmomanometría cruenta en animales. Este método de registro directo de la presión sanguínea fue ampliamente aplicado en el siglo siguiente por AE Chauveau y por JLM Poiseuille. Pero sólo en 1856 fue posible obtener la determinación directa de la presión sanguínea en el hombre mediante un dispositivo diseñado por Faivre. Los primeros esfigmomanómetros aparecieron hacia fines del siglo XIX. El médico Samuel von Basch, originario de Praga y durante unos años radicado en México, construyó tres modelos sucesivos de esfigmomanómetro. El primero (1881), de columna de mercurio, resultó ser el más práctico y el más utilizado. En éste se inspiró el médico italiano Scipione Riva-Rocci al construir su propio esfigmomanómetro, que presentó en 1896. En sus propias palabras, este instrumento, que se fundamenta en el principio de Vierordt, puede medir en forma manométrica la fuerza necesaria para impedir la progresión de la onda del pulso. Gracias a las investigaciones del médico ruso N. Korotkoff, se agregó el método auscultatorio a la esfigmomanometría. En el siglo XX, se construyeron otros aparatos para realizar mediciones tensionales, p. ej. los oscilómetros de Pachon y de Plesch, así como el manómetro aneroide. Por otro lado, se ha continuado la práctica de los registros directos, que han permitido documentar la amplia oscilación de los niveles de presión arterial durante el día. De todos modos, el esfigmomanómetro de columna de mercurio ha persistido hasta ahora y se seguirá usando por mucho tiempo. Una nueva metodología en evolución es la esfigmomanometría ambulatoria continua.
Palabras clave: Esfigmomanometría cruenta esfigmomanometría incruenta aparato de Vierordt. Esfigmomanómetro de von Basch. Esfigmomanómetro de Riva-Rocci. Esfigmomanómetro de cero aleatorio.
2002-11-27 | 2,753 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 54 Núm.1. Enero-Febrero 2002 Pags. 84-91 Rev Invest Clin 2002; 54(1)