Autor: Lifshitz Guinzberg Alberto
Con el modelo microbiológico que floreció a principios del siglo XX, la práctica médica parecía una actividad regida por tres columnas: la primera sobre cómo se llama la enfermedad (diagnóstico nosológico), la segunda sobre qué microbio la produce (diagnóstico etiológico) y la tercera sobre cómo se combate ese microbio (terapéutica etiológica). Ni qué decir que las tres columnas implican seleccionar de un catálogo: de enfermedades, de microbios y de terapéuticas. Si el padecimiento de un enfermo no corresponde a alguna de las enfermedades del catálogo, se tiende a decir que no existe, que el paciente no tiene nada, o al menos el clínico se mete en un problema para poder ayudar al enfermo. Bajo ese modelo lo importante es el diagnóstico nosológico, cómo se llama la enfermedad, porque las otras dos columnas surgen de la primera: a cada entidad diagnóstica corresponde una entidad terapéutica y una causal. Por ello, por mucho tiempo se ha sobrevalorado el diagnóstico porque una vez que se cuenta con él lo demás hasta se puede consultar con los textos o con los expertos. El arte de la medicina parecía sólo el de ponerle nombre de enfermedad a los sufrimientos del paciente.
2016-06-24 | 416 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 22 Núm.4. Octubre-Diciembre 2015 Pags. 160-161 Rev Invest Med Sur Mex 2015; 22(4)