Fragmento

Uno de los temas que más interés ha generado en términos de fenomenología y semiología en psiquiatría es el tema de las emociones, sobre todo el manejo y repercusión que tienen las mismas en la vida psíquica de los adultos jóvenes. En las sociedades actuales, los jóvenes se ven constantemente inmersos en situaciones que ponen a prueba sus capacidades adaptativas y mecanismos de afrontamiento, que influyen definitivamente en la forma en la que experimentan y viven sus propias emociones, tanto de forma subjetiva en ellos mismos, como en las personas con las que interactúan. Frecuentemente, las emociones que se relacionan con acontecimientos negativos y eventos catastróficos suelen ser las que más se fijan en la psique de las personas, pues impactan de una manera más permanente que las emociones positivas. Como sostiene Aarón Beck, siempre es más sencillo pensar en negativo que en positivo, porque lo positivo siempre deja la incertidumbre de la temporalidad, es decir, siempre pensamos que lo bueno no durará. Es por esto que cuando hacemos una pregunta a un grupo de adultos jóvenes, o les pedimos que relaten algún acontecimiento relevante de su vida, la respuesta casi siempre tiende a ser en negativo y los sucesos que se relacionan con emociones positivas como la alegría tienden a ser relegados a un segundo plano. En un ambiente clínico, esta situación es característica de los pacientes con trastorno bipolar, en los cuales las emociones ‒negativas y positivas‒ se encuentran a flor de piel y es más fácil para el observador distinguirlas.

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2017-04-26   |   213 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 25 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2016 Pags. 75-76 Psiquis 2016; 25(6)