Médicos veracruzanos ilustres: Antonio García Gómez (1891-1970)

Autor: García de Benaglio Martha

Completo

Nació en la ciudad de Veracruz el 8 de agosto de 1891, fue el segundo de los diez hijos del matrimonio formado por Vicente García García, de origen español, y Dolores Gómez Iturria, oriunda del puerto veracruzano. Desde muy temprana edad sus padres decidieron llevarlo al colegio particular de la maestra Sofía de la Torre y posteriormente continuó sus estudios de primaria en el colegio del profesor Alejandro Macías (destacado pedagogo veracruzano); al concluirlos ingresó al Ilustre Instituto Veracruzano, en donde cursó sus estudios de secundaria y bachillerato, obteniendo el grado de Bachiller en 1907 a los 15 años de edad. Fue un brillante alumno, cumpliendo siempre con sus tareas escolares y mostrando gran interés por el estudio, además ávido lector de todas las obras clásicas y literarias que cayeron en sus manos, mostrando desde pequeño una gran facilidad para el dominio de los idiomas, llegando a dominar el inglés, alemán, francés, italiano y portugués. Fue alumno predilecto de Cayetano Rivera a quién profesaba profunda admiración y respeto manteniendo con él una perdurable amistad.
 
Continuó sus estudios profesionales en la ciudad de México, a la cual se trasladó para cursar la carrera de Médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México graduándose después de realizar su servicio social a los 21 años en el año 1912; sin embargo, en esta época el país atravesaba la convulsionada etapa de la Revolución, por lo que la expedición de su título se completó hasta el año 1916. Durante este lapso no desperdició su tiempo, decidió viajar a los Estados Unidos de Norte América en donde realizó prácticas hospitalarias en el White Plains Hospital de Nueva York y posteriormente en 1917 se trasladó a Madrid, en donde por espacio de 5 años realizó 9 especialidades, obteniendo el grado de Doctor en Medicina y Cirugía por la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid signado por S.M. el Rey don Alfonso XIII con la calificación de sobresaliente en mayo de 1922, su tesis de grado versó sobre Absceso hepático. Fue precisamente en Madrid donde ocurrió otro gran acontecimiento en su vida, ahí conoció a la hermosa y virtuosa Margarita Sobrado García, hija de un emigrante español a Costa Rica, quién visitaba en aquel entonces la península ibérica acompañada de su familia y a partir de entonces nació, entre Antonio y Margarita, un gran amor que culminó en matrimonio el 19 de agosto de 1922. Al concluir esta etapa, la pareja decidió trasladarse al puerto de Veracruz poco tiempo después. El retorno a su tierra natal fue todo un acontecimiento, ya que en aquel entonces no existía ningún médico en la comunidad con grado académico de Doctor en Medicina y Cirugía. Desde el principio se dedicó abnegadamente al ejercicio de su profesión, abrió su consultorio y pronto se vió abrumado por una numerosa clientela que solicitaba sus servicios, no bastando las bancas de la sala de espera y, en muchas ocasiones los pacientes tenían que esperar pacientemente largas horas para ser atendidos, no importando condición social o posición económica, por igual atenía a pacientes humildes, a los cuales además de no cobrar sus honorarios los apoyaba económicamente para la compra de los medicamentos, como a los pertenecientes a la clase pudiente del puerto; nunca mostró interés por acaudalar riqueza y sus honorarios siempre fueron modestos. Jamás se negó a recibir a algún paciente sin importar la hora y el día, con frecuencia sacrificaba sus horas de comida o de descanso, su celo profesional por auxiliar a los pacientes llegaba inclusive a poner en peligro su propia salud y con frecuencia se olvidaba a sí mismo, acudiendo a cualquier sitio de la ciudad sin importar la lluvia en ocasiones torrenciales o los nortes. Nunca tuvo automóvil propio, se trasladaba a la visita de sus pacientes a pie o empleando taxis, el servicio urbano o el tranvía y no acostumbraba llevar maletín ya que decía que era necesario tener las manos libres para poder aferrarse o descender sin peligro de los medios de transporte que utilizaba. Este amor y vocación a su ejercicio médico le valió que fuera conocido como “El Médico de los Pobres”.
 

Siempre vistió de traje completo incluyendo chaleco y corbata y aprovechaba los bolsillos para llevar en ellos estetoscopio, estuche de jeringas con agujas, medicamentos útiles, termómetro, pluma fuente, recetario y cerillos, además de sus objetos personales y cuando se cambiaba de vestimenta había que tener mucho cuidado de que cada objeto estuviera en el mismo lugar. García Gómez ya que en numerosas ocasiones aprovechó las oportunidades de acercar a Dios a sus pacientes, fuese en los momentos de gravedad o de muerte inminente, o inclusive bautizando a recién nacidos graves con peligro de fallecer a los que atendió, manifestando una conducta abierta a la vida. Esta forma de vida le acarreó graves problemas durante el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles y del gobernador Adalberto Tejeda Olivares, llegando a sufrir agresiones personales, las cuales incluyeron la explosión de una bomba que destrozó la puerta de su casa; afortunadamente con la reapertura de los cultos, la calma volvió a la ciudad y pudo continuar ejerciendo su profesión en una época de graves carencias sanitarias. La familia García Sobrado fue creciendo paulatinamente, en total procrearon diez hijos, quienes tuvieron en su padre un ejemplo a seguir, nunca vivieron con lujo, pero rodeados de un gran amor con profundos cimientos cristianos y principios de solidaridad primordialmente al prójimo más necesitado. Los domingos por la tarde los dedicaban a sus visitas sociales, regularmente a personas solitarias o enfermas y frecuentemente a los ancianos.


Perteneció a la Sociedad MédicaVeracruzana, a la que asistió puntualmente a sus sesiones académicas y acudía a los festejos que ésta agrupación realizaba el día del médico; en el año de 1955 le fue otorgado el reconocimiento de la Superación Ciudadana como reconocimiento al mérito por su piadosa obra. La familia narra algunas anécdotas sobre casos que atendió García Gómez: En el año de 1921 el exgobernador de Veracruz, Don Teodoro A. Dehesa Méndez, ya a sus 81 años de edad había enfermado gravemente y al entrar en coma fue desahuciado. Alguien de la familia sugirió que llamaran al Dr. García Gómez, quien después de auscultar al paciente, sacó de su maletín un frasco donde tenía en agua varias sanguijuelas vivas, una por una las fue aplicando al cuerpo del enfermo. Una de las nueras, horrorizada, le dijo al oído a su marido:


- ¡Dile al doctor que ya no haga sufrir a tu padre, que ya lo deje des- cansar!
El hijo, acercándose al Dr. le preguntó:
-    ¿Doctor, si este hombre fuera su padre, que haría usted?
a lo que el Dr. García Gómez respondió:
-    ¡Lo mismo que estoy haciendo ahorita!
Las sanguijuelas se fueron hinchando conforme succionaban sangre y cuando estuvieron satisfechas se desprendieron solas, dejando en su saliva curativa anticoagulantes, vasodilatadores, antiinflamatorios y anestésicos.
Media hora más tarde, don Teodoro salió del coma y sentándose sobre la cama dijo:
-    ¡Tráiganme de comer!
El Dr. García Gómez complacido le dijo a la familia:
-    ¡Al enfermo lo que pida!


Don Teodoro recobró la salud y vivió siete años más. En otra ocasión le llamaron para atender a un paciente de 35 años con retraso mental, el cual no tenía ningún familiar y su madre, recientemente fallecida, lo dejó encargado a su sirvienta; era tal el grado de alteración y agitación del paciente, que sugirió fuera trasladado a una institución psiquiátrica en Cholula Puebla, se lo comunicó a la sirvienta quién, aterrada, le comentó que si se quedaba sola la iban a robar y posiblemente matarla, ya que en su casa guardaba mucho oro y alhajas de gran valor, pidiéndole al médico que la acompañara para enseñárselas y para que se hiciera cargo de ellas, condujo al médico en el lugar donde las tenía escondidas y García Gómez apreció un costalito muy pesado conteniendo centenarios de oro y un cofre de tamaño mediano con alhajas valiosísimas con brillantes, esmeraldas, rubíes y otras gemas, contando con la anuencia de la sirvienta llamó al padre Raymundo López Álvarez entonces párroco de la Iglesia de la Asunción y ambos decidieron entregarlas íntegramente al pariente más próximo del paciente con la condición de que se hiciera cargo del tratamiento y manutención de por vida de él; afortunadamente la tía que eligieron era una dama conocida y honrada quién cumplió fielmente su promesa. Fueron muchas vidas las que logró salvar, y con mucha frecuencia le hacían innumerables regalos, sobre todo en la celebración de las fiestas decembrinas o el día del médico desde huevos, guajolotes, gallinas, pañuelos, dulces, pasteles hasta canastas navideñas en agradecimiento a sus servicios. Durante sus últimos años de vida fue víctima de ateroesclerosis, lo cual disminuyó su capacidad física; sin embargo, se mantuvo activo hasta los 77 años y falleció el 29 de agosto de 1969, rodeado del cariño de su esposa, sus 10 hijos, yernos, nueras y sus nietos, así como numerosos sobrinos. A sus funerales acudieron muchos de sus pacientes agradecidos, médicos amigos y personalidades de la sociedad. Una muestra del afecto que le tenían sus pacientes, es que durante más de 15 años al visitar la familia García Sobrado en su tumba siempre han encontrado flores recientes, muestra del cariño y agradecimiento que le profesaban.
 

Palabras clave: médicos ilustres veracruzanos

2021-09-11   |   179 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 14 Núm.2. Julio-Diciembre 2019 Pags. 4-6 Rev Invest Cien Sal 2019; 14(2)