El concepto de higiene mental fue sustituido por salud mental a mediados de los años cuarenta, adoptando un enfoque más amplio con la promoción del bienestar y desarrollo personal. Actualmente es una prioridad equiparable a la salud física. Sin embargo, aunque casi todos sabemos lo que se requiere hacer para conservar la salud física, no es así con el bienestar mental y emocional. La forma en que interpretamos la información sobre nosotros y el entorno, así como problemas como ansiedad, depresión, inadecuación emocional y muchos otros aspectos psicológicos deterioran
la calidad de vida. Los avances de la ciencia han permitido comprender mejor los trastornos mentales, se han creado diferentes tipos de intervención que han comprobado su eficacia en los tratamientos, aunque es una realidad que gran parte de la población no tiene acceso a estos servicios y, aunque en menor grado, falta apertura para acudir o remitir a este
tipo de atención.
Algunos indicios de la existencia de un problema de salud mental son: desinterés generalizado, apatía, estrés persistente, cambios de humor abruptos sin causa aparente que afectan las relaciones interpersonales, dificultades cognitivas que interfieren en actividades cotidianas, sentimientos de tristeza sin razón aparente, pensamientos catastróficos repetitivos, lo que conlleva a la afectación en diferentes grados de la salud física.
En cuestiones de salud psicológica, cabe mencionar que durante la formación médica los estudiantes tienen una alta prevalencia de ansiedad, depresión y estrés, lo que significa que la ideación suicida es frecuente en esta población. Es necesario incluir programas de detección e intervención temprana en los alumnos y se les apoye en el desarrollo de técnicas de afrontamiento, además la conciencia sobre el bienestar psicológico los sensibilizará en la relación médico paciente.
Numerosos estudios han arrojado luz sobre la compleja relación entre enfermedades crónicas y el bienestar emocional. La forma en que una persona maneja la noticia de un diagnóstico, influirá en gran medida en la percepción de la enfermedad y la adherencia al tratamiento, por ende, al proceso de recuperación. ¿Qué hacer? Como personal de salud estamos obligados a identificar señales de advertencia que indican riesgos para el paciente y responsabilizarnos con prevención primaria, suponer que un tranquilizante es suficiente, es una falta ética que debemos erradicar. Tener presente la vulnerabilidad de una persona al recibir ciertos diagnósticos que cambiarán todo su entorno, noticias como un embarazo de alto riesgo, una cirugía, un cambio completo de alimentación, todo lo que implica un internamiento, por mencionar algunos ejemplos, es una prioridad.
Por ende, dejar atrás los mitos sobre asistir o remitir a un profesional de la psicología, así como reconocer las señales de inadecuación emocional es una responsabilidad ineludible.
LP. Sandra Mar, MEd.
Directora de la Lic. en Psicología
Universidad del Noreste.
EDITORIAL POR INVITACIÓN
Revista de
Palabras clave: Salud mental.
2024-07-11 | 404 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 38 Núm.1. Enero-Junio 2024 Pags. 4 Rev. Esc. Med. Dr. J. Sierra 2024; 38(1)