Autor: Sánchez Eng Lucía
En el siglo XXI, la educación se enfrenta a desafíos sin precedentes, requiriendo enfoques innovadores y basados en la evidencia para optimizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. La neuroeducación, una intersección entre la neurociencia y la pedagogía, emerge como una disciplina prometedora que ofrece nuevas perspectivas sobre cómo el cerebro aprende.
David Ranz-Alagarda y Juan Antonio Giménez-Beut, en su trabajo “Principios educativos y neuroeducación: una fundamentación desde la ciencia”, publicado en 2018 en la revista Edetania, analizan la influencia de las neurociencias en el aprendizaje y destacan la reciente implicación de estas en el concepto de neuroeducación. El enfoque holístico del aprendizaje, que comprende las interacciones neurofisiológicas, permite una visión más amplia del papel del docente como facilitador. Este facilitador entiende las repercusiones del avance del aprendizaje
basado en las interconexiones neuronales, y cómo las nuevas conexiones se enlazan con las previamente existentes, este proceso se sustenta en la plasticidad neuronal y las respuestas neurofisiológicas, que se modifican en función del entorno, la edad y las experiencias vividas, aunque no son lo únicos factores involucrados, también son influenciados por otros elementos como la fatiga, la alimentación, la hidratación, las emociones, la frustración e incluso la sensación de éxito, factores que afectan en el estudiante la flexibilidad del pensamiento, la estrategia de resolución de problemas, la toma de decisiones y el trabajo en equipo.
En este punto la neuroeducación ofrece un marco prometedor para mejorar la educación en el siglo XXI, aunque no está exenta de desafíos, en este contexto hacer un análisis psicopedagógico del alumno permite conocer su situación académica, como estudia, como se relaciona, como se comunica con los demás, incluso si hay condiciones que estén afectando su desempeño, como el uso de sustancias nocivas, depresión, ansiedad, o alguna dependencia incluso de las redes sociales. Tomando en cuenta todo lo anterior, es posible desarrollar planes de enseñanza-aprendizaje integradores, transversale y enlazados que fomenten y fortalezcan el desarrollo de las competencias necesarias en los estudiantes, incluyendo la capacidad de autoevaluarse y aprender a aprender llevando al logro final de autonomía de su propio
aprendizaje.
El permitir la personalización del aprendizaje genera una mayor motivación y mejores resultados académicos vistos no sólo desde ese punto de vista, si no también desde el bienestar emocional y social, pero también implica un compromiso de capacitación continua por parte del docente para crear ambientes de aprendizaje seguros, equitativos y estimulantes, que favorezcan el desarrollo cognitivo y emocional, y la capacidad de identificar características de procesamiento de la información por parte de los estudiantes, impulsando las efectivas y estimulando
a desarrollar las que están en proceso convirtiéndose en un facilitador del aprendizaje.
La Neuroeducación, pese a sus beneficios, enfrenta varios retos, uno de los principales es la brecha entre la investigación neurocientífica y su aplicación práctica en el aula, pese a estos desafíos es claro que requerimos dejar de lado lo tradicional y aceptar que hay cambios que no podemos eludir, y que se requiere trabajar en equipo apoyando el aprendizaje centrado en el alumno, que va más allá de sólo manejar información o conocimientos, hay que usar a la neurociencia a nuestro favor, porque si entendemos que un niño requiere de tiempo para desarrollar
sus capacidades, que las redes neuronales implican un proceso para su creación y que existen factores externos que comprometen ese desarrollo y que influyen en el aprendizaje, estamos reconociendo las bases de la neuroeducación pero para aplicarla debemos comprenderla, investigar en más de un modo sus efectos y de acuerdo a la evidencia, extender su difusión.
Palabras clave: PRÁCTICA DOCENTE NEUROEDUCACIÓN
2024-12-20 | 1 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 38 Núm.2. Julio-Diciembre 2024 Pags. 34. Rev. Esc. Med. Dr. J. Sierra 2024; 38(2)