Autor: Valadez Azúa Raúl
Homo sapiens, o sea nosotros, aparecimos como especie en África, hace cien mil años. Por esta misma época nuestro pariente más cercano (en ese entonces) Homo neanderthalensis, en Asia, favorecía la bifurcación del lobo (Canis lupus) en dos ramas, una de las cuales daría origen al perro (Canis familiaris). Cincuenta mil años después, Homo sapiens y esa peculiar forma de Canis lupus se conocieron y, como se diría en términos románticos, al cruce de las miradas siguió una atracción inmediata que los unió de forma definitiva. Aunque para la fría luz de la ciencia este evento de interacción entre las dos especies distó mucho de ser un enlace amoroso, una cosa es bien cierta: ambas se unieron de forma permanente, creando una relación que después de 500 siglos no ha disminuido ni un ápice, aunque hemos perdido mucha conciencia de esto. Comúnmente nosotros, los omnipotentes seres humanos, nos vemos, sentimos y reconstruimos como entidades individuales, independientes, que salimos avante contra viento y marea sin más ayuda que nuestro cerebro y las herramientas elaboradas; ¡quién diría!, según lo sabemos ahora, que más de la mitad de nuestra historia la realizamos con un lobo (después convertido en perro) a nuestro lado, o más bien, caminando los dos, uno junto al otro. ¿Alguna vez nos hemos detenido a pensar hasta dónde hubiera cambiado nuestra historia si esa mancuerna no se hubiera dado? Sin duda muchos piensan que el final hubiera sido el mismo, pero ¿estamos seguros de ello o es sólo un impulso de nuestro egocentrismo?.
Palabras clave: Homo sapiens Homo neanderthalensis.
2002-11-09 | 1,190 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 13 Núm.1. Enero-Febrero 2002 Pags. 04-05 Revista AMMVEPE 2002; 13(1)