La noche del 28 de julio de 1957 quedará grabada indeleblemente en la memoria de muchas madres que velaban a sus hijos enfermos en las salas del Hospital Infantil. Los dramáticos instantes que vivieron junto a las camas donde yacían sus hijos, febriles, indefensos, sin decidirse a echar a correr en alas del pánico incontrolable, acicateadas por el instinto de vivir, constituirán recuerdos dolorosos que harán palpitar aceleradamente otra vez sus corazones. También dejó esa noche imborrable huella en la mente de los médicos y de las enfermeras que trabajaban silenciosamente en las salas, encorvados sobre las hojas clínicas, o contando las respiraciones de los pacientes más graves, o vigilando el burbujeante correr del oxígeno a través de los frascos lavadores, o bien tratando de ahuyentar la fatiga y el sueño con la ayuda de comentarios y charlas en voz baja, cobijados por la penumbra misteriosa y perturbadora en que se envuelven por las noches las salas con niños enfermos; esos niños que luchan desesperadamente abrazándose a los últimos deleznables jirones de su vida.
Palabras clave: Terremoto hospital.
2003-04-14 | 789 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 64 Núm.5. Septiembre-Octubre 1997 Pags. 222-224. Rev Mex Pediatr 1997; 64(5)