Autor: Quijano Narezo Manuel
En 1928 Aldous Huxley escribió la novela, convertida en clásica. Un mundo feliz en que describía en el futuro la sociedad humana beneficiada por los adelantos previsibles de la ciencia y la tecnología. Era una crítica, claro está, pero no tanto de los desarrollos posibles, sino de la idea prevaleciente en todos nosotros, de la confianza en el progreso que prometía un delicioso porvenir. El hombre es el arquitecto de su propio destino, se decía, puede escoger sus objetivos y planear la ruta del éxito. Ahora estamos lejos de ese triunfalismo, a pesar de que la evolución técnica haya sobrepasado inclusive los sueños de los cerebros más imaginativos: Julio Verne quedó atrás, el hombre caminó sobre la luna, envió instrumentos que exploraron a Marte, la electricidad se utiliza en billones de hogares, el sonido, la imagen y la información llegan simultáneamente a todas partes, la estratosfera tanto como los océanos, el universo tanto como los genes han revelado muchos de sus secretos y ofrecido sus riquezas.
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2003-07-05 | 733 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 42 Núm.5. Septiembre-Octubre 1999 Pags. 177-178. Rev Fac Med UNAM 1999; 42(5)