Autor: Quijano Narezo Manuel
Continúo las poco optimistas reflexiones sobre el mundo actual del número anterior al constatar que, después de varias semanas de declarada la victoria en Irak, las fuerzas de ocupación revelan una incapacidad (o desinterés) por imponer el orden y continúa el caos, los saqueos, la escasez de víveres y la inseguridad; sin embargo, el pretexto para la invasión era derrocar un régimen dictatorial, corrupto y feroz, para brindar al pueblo, democracia, bienestar y prosperidad. Se tiene que reconocer que se trata ahí de dos civilizaciones diferentes pero también de dos culturas diferentes, cosa que se repite en muchos otros lugares del planeta, y que es común que se quiera ayudar a los subdesarrollados dándoles medios de vida pero a costa de sus propias razones para vivir... y negando que también, en relación con algunos puntos particulares, los poderosos tienen necesidad de los poco afortunados. Se toma una actitud de prestamistas hipócritas o donantes desdeñosos y condescendientes, pero no de amigos verdaderos. El hecho de la actual interdependencia es incontrovertible. Dependemos unos de otros pero sin estar propiamente unidos. Como en algunos matrimonios, estamos ligados por nuestros cuerpos físicos pero no por nuestras aspiraciones. Es fácil coexistir en la ignorancia del otro pero menos fácil vivir juntos cuando cada quien pretende obrar por su lado. Se trata de la presencia de valores o principios, de los cuales hay unos universales y otros personales. En lo que llamamos civilización prevalecen los universales que exigen de todos un comportamiento idéntico; en lo que denominamos cultura, los personales, que implican diversidad. Más allá de regodearnos sobre el peso particular de los términos (que, aceptamos, tienen múltiples interpretaciones y apoyos), en los conceptos de civilización y cultura hay una idea subyacente. Detrás de la palabra civilización está la técnica, la ciencia y, en cierta medida la moral. No me refiero a las costumbres, de las que el hombre moderno admite una gran variedad, sino a los actos que él juzga graves y que dependiendo de su naturaleza, exige o condena. La unión sólo puede establecerse entre dos pueblos que conocen y aprecian la misma ciencia y la misma tecnología, aunque en diferentes niveles: un país puede aportar mano de obra, otro técnicos, otro más ingenieros y otro todavía sabios. Pero todos seguirán las mismas reglas técnicas, respetarán los principios científicos y la diversidad de situaciones no alterarán la universalidad de las leyes o valores. En cuanto a la moral, todos condenarán los privilegios, confirmarán la igualdad de las personas y respetarán los derechos de cada uno. Por lo contrario, los valores personales que definen la cultura, suponen individuos diferentes por su naturaleza y por su situación; implican lo subjetivo no por accidente sino por esencia. Lo mismo el obrero que el sabio colocan sus gustos personales entre paréntesis para eliminar su propia personalidad en las observaciones que tiene que hacer, pues esos valores revelan diversidad. Inclusive el artista, con toda la libertad que se da, por temor de banalizar su obra, acepta ciertas formas sociales, conflictos y principios, e intenta ser reflejo de su grupo, de su ambiente, sus temores y sueños, sus necesidades y aspiraciones, al mismo tiempo que expresa su individualidad. La cultura no es monolítica y sólo cuando entra en decadencia, repite sus procedimientos y se vuelve monótona. Los valores universales se comunican por identidad, diríamos de tipo geométrico, los de la cultura no se duplican pero sufren influencias. Los universales son polémicos, pues siempre la verdad lucha contra el error, la justicia contra la injusticia; los personales hacen propuestas, son diferentes, no necesitan la desaparición de los que substituyen pues son compatibles. Aquí en nuestro país, quisiéramos llevar los beneficios de la civilización, de la ciencia y la técnica, a las comunidades indígenas, pero respetando la originalidad de su cultura, su dignidad y su capacidad para entablar un diálogo, pues algo tienen que decir. Claro que en la práctica surgen problemas concretos y lo que ocurre en Irak es probablemente que se comete un error antiguo de muchas dictaduras, de pretender que las verdades científicas y técnicas de la civilización derivan y dependen del sistema político y tratan lo mismo a los valores personales, culturales que a los de la civilización. A los pueblos subdesarrollados hay que ofrecerles la posibilidad de adquirir los medios de vida pero sin perder sus propias razones para vivir. Algunos países pobres (como la India) pueden tener mayor y más profunda cultura que otros más ricos y civilizados. La amistad entre los hombres no puede comprarse; se logra porque se la merece, y una de las mejores maneras de obtenerla es estando atento a la manera de sentir y de vivir del otro.
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2003-07-16 | 2,532 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 46 Núm.4. Julio-Agosto 2003 Pags. 126. Rev Fac Med UNAM 2003; 46(4)