Autor: Blanc Carlos César
Nadie puede soslayar la muerte. Ella siempre nos recuerda la condición transitoria de nuestra condición humana, pero la muerte de algunos seres, además, nos sorprende: sea por el vínculo que en vida pudimos mantener con ellos, por el tipo de vida que llevaron o por las cosas que durante ella supieron realizar. Son seres de una condición que va mas allá de lo ordinario, de lo común. El 22 de enero del 2003 y a la edad de 70 años, ha muerto un hombre de las condiciones antes descriptas, Enrique Alberto Delamónica. Tuve la oportunidad de conocerlo durante mi paso como residente por el Servicio de Neurología del Hospital J. M. Ramos Mejía, allá por el año 1974, lugar donde también trabajaban un importante número de grandes hombres dedicados a mitigar el dolor y las dificultades de los pacientes y sus familiares, así como transmitir a los alumnos y residentes sus conocimientos y el modo correcto de desempeñarse como médico; entre ellos se encontraban Héctor Figini, Manuel Somoza, David Monteverde, Ernesto Herskovits, Nelly Guercio, Gustavo Poch, Héctor Zavala, Roberto Sica y, por supuesto, Enrique Delamónica.
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2003-08-26 | 1,148 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 28 Núm.1. Enero-Marzo 2003 Pags. 58-59 Rev Neurol Arg 2003; 28(1)