Autor: Quijano Narezo Manuel
Vuelvo, después de varios años, a dar una opinión personal sobre un asunto controvertido y de actualidad, con motivo de la decisión gubernamental de desaparecer el Instituto Nacional Indigenista (que era autónomo) y substituirlo por un organismo dependiente de una secretaría de estado; medida que recuerda el viejo chiste de que si no se quiere resolver un problema, hay que nombrar una comisión para estudiarlo. Alfonso Alem Rojo, boliviano, director de la Fundación Rigoberta Menchu en México, comenta (en los documentos de la ONU preparatorios para un Foro Internacional sobre el Indigenismo), a propósito de un censo de la población latina en EUA, en que se consigna que cada año aumenta el número (una tercera parte del total), y dice que la mayoría se autocalifican de "anglos", pero que en sus comunidades defienden con celo su identidad cultural a través del habla y la vestimenta, para diferenciarse de los americanos. Alem Rojo lo explica como secuela de la herencia cultural de la colonia en las relaciones sociales, pero es fácil imaginar otra razón, la creencia de que en esa forma se evitarán engorros burocráticos que inclusive pueden llegar a ser peligrosos. Puede interpretarse también diciendo que (en una ambivalencia psicológica), tienen inclinación a asimilarse a su hábitat a la vez que sienten impulsos para diferenciarse. Como aquí, en que no es raro encontrar algunos que niegan su pertenencia a una etnia en ciertas instancias y en otras hacen orgullosa ostentación de ello. El fenómeno es difícil de explicar y... trágico, porque lo que ha ocurrido desde hace siglos es que, al faltar orgullo y autoafirmación, aparece el abandono, el sometimiento, y la marginación: ser indígena es sinónimo de pobreza, de falta de educación y salud precaria; y superar esas condiciones significa romper vínculos y una asimilación esterilizante. Es sabido que, entre los indígenas, hay algunos que consideran que si logran superar en algo su condición económica, rompen con su identidad étnica. Triste situación, pero real. El Instituto Nacional Indigenista fue tachado de paternalista y de ineficaz, lo que, después de cincuenta años de existencia sería difícil negar. Pero se pregona que ahora se quiere "respetar adecuadamente" la cultura indígena, preservarla virgen e intacta con su organización tradicional, hábitos, lengua y valores; sin atreverse siquiera a criticar costumbres intrafamiliares de sumisión de la mujer, hábitos de siembra, manejo de hatos, falta de respeto al bosque y al agua, y educación sanitaria nula. Pero eso sí preservando su autonomía y formas de gobierno interno y, supuestamente, su creatividad, sus creencias y hasta sus supersticiones. El fundamento de toda acción será, en adelante, la de respetar su cultura aunque el no inmiscuirse representa dejarlos a su propio y débil impulso de mejoramiento y superación. Para resolver el dilema entre desarrollo y conservación de la identidad, los líderes del indigenismo reclaman la autonomía, un lugar propio, no subordinado a componendas políticas que, hasta ahora, han sido sólo arreglos de dominación. Pero el reto continúa siendo el mejorar sus condiciones de vida, elevar sus niveles de educación y de nutrición, para lo cual abundan programas supuestamente diseñados con participación de los propios indígenas que, desgraciadamente, se concretan a exigir con frases engoladas el respeto pleno a sus derechos. Aceptemos que los programas paternalistas no han dado hasta ahora resultados deseables pero huyamos de la demagogia y exijamos acciones prácticas, sencillas y de corto plazo. Se cree que la visión o la concepción anterior de desear ver a los indios incorporados al resto de la sociedad mexicana, conociendo su lengua pero hablando también el español (como instrumento de integración); siendo capaz de leer, escribir y utilizar las cuatro operaciones aritméticas elementales; entender el concepto de ecosistema y respetar bosques, hacer buen uso del agua y cuidar adecuadamente su tierra y sus animales, se cree repito que todo ello es violentarlos y destruir su cultura. De hecho el programa actual se parece mucho a la creación de "reservaciones" como en EUA y confinarlos a la perpetuación de su condición actual... para delicia, como decía Alfonso Caso, de los etnólogos y de los turistas. El iniciador de la defensa del indio Manuel Gamio, ya decía en su libro "Forjando patria" que debe hacer un esfuerzo para preservar su lengua y sus manifestaciones culturales, pero también adoptar la civilización actual para mejorar su nivel de vida, su salud y sus condiciones económicas, al mismo tiempo que conservar su arte. A lo más que se van a atrever los ahora políticos vehementes es a continuar haciendo estadísticas que los periodistas llamarán sinceras y valientes (pero son en realidad sádicas y derrotistas), del porcentaje de desnutrición entre los niños, de su peso y talla, a visitarlos periódicamente para que los fotografíen y a hacer declaraciones optimistas y autoelogiosas. Mucho de nuestra forma de ver el presente y el futuro en México en el siglo XIX, fue mimetismo en relación con los países europeos; en el XX "ensimismamiento" y también mimetismo pero rencoroso con los americanos; esperemos que en el XXI hallaremos "la tercera vía".
Palabras clave: .
2003-08-28 | 1,946 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 46 Núm.5. Septiembre-Octubre 2003 Pags. 177. Rev Fac Med UNAM 2003; 46(5)