Autor: Quijano Narezo Manuel
En la UNAM existe una Dirección de Divulgación Científica que trata de crear una cultura científica, o formar una conciencia científica, de acuerdo al significado de su nombre: extender, ampliar, poner al alcance del público algo que por principio parecía confinado a una pequeña parte de la población. Esa Dirección ofrece demostraciones, cursos, publicaciones para diversos tipos de usuarios y tiene un ejemplar museo, UNIVERSUM, con instalaciones fascinantes para niños y adultos. Aunque al término sugiera “llevar al vulgo” las excelencias de la elite y aunque continúe, en parte, la estructura piramidal de la sociedad que separa a la elite del vulgo, las pequeñas oligarquías que detentaban el poder cultural antaño, van diluyéndose y existe ahora (para emplear un término caro a los médicos) una suerte de evolucionismo cultural: la escritura, la aritmética, nociones de astronomía y de los fenómenos terrestres son ya parte de los conocimientos de toda la sociedad, al igual que la exigencia de igualdad y de justicia. Si el término de divulgación pudo estar antes ligado a una ideología que prefería mantener marginado al pueblo, esto se ha superado y por ello tal vez fuera preferible hablar de difusión de la ciencia. El desarrollo de la ciencia es extraordinario, lo sabemos, y ocurre paradójicamente, que la difusión no es fácil. Dos especialistas en física, química o biología –inclusive dos médicos–, pueden difícilmente emprender una discusión útil por la disparidad de materias de las que se ocupan. Ocurre que inclusive la actividad interdisciplinaria entre las ciencias A y B, se convierte pronto en una nueva especialidad, casi incomprensible para los especialistas A y B. Los centros de poder, o quienes toman las decisiones, no pueden ya valerse de un “consejero áulico” como antes, sino precisan de un equipo de expertos para cada problema. Se creyó que con las computadoras de monstruosas dimensiones y eficiencia, el problema estaba resuelto pero la verdad es que ahora se tiene que confiar más en numerosas pequeñas máquinas periféricas coordinadas por una central, tal como la retina –parte pequeña del cerebro– elabora la información de las cosas visibles, y las transmite al cerebro propiamente dicho, ya codificadas.
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2003-09-09 | 4,036 visitas | 1 valoraciones
Vol. 41 Núm.3. Mayo-Junio 1998 Pags. 91-92. Rev Fac Med UNAM 1998; 41(3)