Autor: Figini Hector A
En tiempos remotos cuando el hombre primitivo se fue librando de peligros y vatares naturales, en la seguridad de las cuevas aparecieron las primeras herramientas y las pinturas cavernícolas, representando a los animales que cazaba y muchas manos izquierdas, que seguramente pintaba con la derecha. Había comenzado a inventar y crear. Es notable que la palabra crear tenga el mismo origen que criar, probablemente en relación con la noción de que la vida tiene un límite y eso impulsa a buscar algo que nos represente cuando ya no estemos vivos. La creatividad según el psicoanalista N.Yampey, es la capacidad para producir hechos nuevos a partir de objetos, ideas o procesos ya existentes, sin que lo creado ya estuviera contenido en aquella realidad. Siempre hubo una distancia entre la ciencia y la vida, entre la frialdad de la formulación científica y la riqueza manifiesta de la experiencia personal. Es el contraste que sugirió Goethe entre el color gris de la teoría y los verdes y dorados de la vida. La condición fluyente de lo mental, no puede ser reproducida en un modelo mecánico. En las últimas décadas la pretensión simplista de explicar al público asuntos complejos de la física, la astronomía o de las ciencias naturales, o los intentos de medir con sistemas estadístico-matemáticos la versificación o los ritmos musicales, ha sido muy criticada. Pero en el polo opuesto han despertado mucho interés ciertas evaluaciones instrumentales de la actividad cerebral que ocurre en un artista cuando pinta, interpreta música o escribe poesía. Sin duda que comprender lo complejo de la creatividad siempre ha sido un desafío, habida cuenta que no se refiere solamente a lo artístico sino a todas las actividades humanas.
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2003-10-07 | 3,388 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 28 Núm.2. Abril-Junio 2003 Pags. 65-67 Rev Neurol Arg 2003; 28(2)