Escribir es trascender. Desde la aparición del hombre, la única forma a través de la cual podemos establecer nexos con su cultura es aquella que ha persistido a través del tiempo desde las pinturas rupestres, la escritura cuneiforme y los grabados primitivos, las cuales nos han permitido trasladarnos a aquellas épocas y conocer sus costumbres, forma de vida y, lo que nos interesa a nosotros, la evolución del pensamiento médico a través de la historia. A través del tiempo, dichos conocimientos han sido transmitidos en forma verbal como una tradición familiar a núcleos pequeños de población que, desgraciadamente y por razón natural, han sido modificados o tergiversados impidiendo que a la fecha nos lleguen en la forma en que fueron concebidos. A partir de Gutemberg, con el advenimiento de la imprenta, los conocimientos han sido diseminados cada vez en forma más práctica, en todos los diferentes idiomas, lo que ha permitido que la transmisión de dichos conocimientos sea cada vez más rápida y que, en la actualidad, con el uso de internet, prácticamente sean conocidos en todo el mundo en forma instantánea. Tenemos que trascender, escribir lo que pensamos, hacemos, investigamos y concluimos, para que, contribuyendo aunque sea con un grano de arena, podamos permitir que nuestros pacientes se vean beneficiados de los aspectos tanto positivos como negativos de dichas experiencias, ya no tenemos el pretexto del tiempo que tomaba el poder comunicar a nuestros colegas nuestro pensamiento. En la actualidad, lo único que necesitamos es estar convencidos de querer hacerlo. En nuestro quehacer cotidiano, sin darnos cuenta, comentamos a diario casos relevantes, aspectos anecdóticos, vivencias, que en nuestro trabajo nos hacen aprender día a día cosas nuevas. Sin embargo, en ocasiones minimizamos estas experiencias, considerando que no son lo suficientemente trascendentes como para ameritar escribirlas; otras veces, las maximizamos, argumentando que los medios de publicación a nuestro alrededor no son lo suficientemente importantes como para publicar en ellos y, finalmente, terminamos sin hacer nada. Tenemos que inculcar en nuestros médicos jóvenes el amor por escribir, ya que es la forma más sencilla de poder transmitir nuestras ideas a otros médicos. Estamos conscientes de nuestras limitaciones, mas no permitamos que este hecho nos impida manifestarnos. Aprovechemos los adelantos tecnológicos que nos permiten ahora no sólo dejar testimonio de lo que pensamos y hacemos, sino que, en muchas ocasiones, estos escritos servirán de base para la realización de trabajos cuya importancia médica sea de mayor relevancia. Escribir es permitir que en el futuro se sepa lo que ahora hacemos, tanto a nivel individual como colectivo; es además la forma de distinguirnos de los que no escriben. Hagamos que nuestro Hospital sea conocido no sólo por su excelencia médica y de servicio, sino también por la trascendencia de sus publicaciones. Con el devenir de los tiempos, sin duda nos sentiremos orgullosos de haberlo hecho.
Palabras clave: Escritura pinturas rupestres grabados primitivos evolución pensamiento médico historia tecnología.
2002-12-06 | 975 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 46 Núm.3. Julio-Septiembre 2001 Pags. 112. An Med Asoc Med Hosp ABC 2001; 46(3)