Autor: Frenk F Silvestre F
En el prólogo a su otrora famoso ensayo Gordos y Flacos, ese titán que fuera Gregorio Marañón decía: Los seres humanos pueden dividirse según muchos criterios. Uno de ellos es en gordos y flacos. Probablemente esta división eminentemente empírica y superficial en apariencias representa uno de los módulos más trascendentales para clasificar la humanidad. Hombre de raza diversa, de distintas religiones, de edades diferentes, pueden ser casi idénticos en su moral, en su Psicología y en sus hábitos. Pero un gordo y un flaco, coetáneos y feligreses de la misma parroquia, se diferenciarán por caracteres esenciales inconfundibles. La gente del pueblo cuando nos quiere describir sintéticamente a una persona desconocida, nos dice: “Era un señor gordo”, o “Un hombre flaco”, antes de añadir ningún otro detalle. Se me dirá que el volumen de toda cosa, viva o inerte, es lo primero que hiere la vista y la imaginación del que la observa. Pero cuando instintivamente se escoge este rasgo, para caracterizar a un semejante, no sólo se obedece a una impresión sensorial, sino al hecho, que todos sabemos, sin que hayamos quizá meditado sobre él, de que la palabra “gordo” resume multitud de conceptos de herencia, de costumbres, de carácter, de modalidades de la sensibilidad y de la inteligencia; que son exactamente inversos en el “flaco”1.
Palabras clave: .
2003-11-29 | 1,379 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 20 Núm.2. Septiembre 2003 Pags. 64-69. Bol Clin Hosp Infant Edo Son 2003; 20(2)