En países como el nuestro la salud pública es vista en muchos de sus objetivos más como un gasto que como una inversión, entre otras razones por perpetuar un sistema de salud desorganizado y falto de recursos. Dentro de este contexto nuestros esquemas de atención médica más curativas que preventivas se limitan a aquellas enfermedades con altas tasas de incidencia, elaborando programas de salud destinadas a ellas. Pero, ¿Debe ser esto motivo suficiente para que nuestras políticas de salud dejen de lado otros problemas quizás menos prioritarios? Un buen ejemplo es la Fibrosis Quística (FQ) enfermedad cuya prevalencia es desconocida en nuestro país. Se pensaba que era una enfermedad exclusiva de la raza caucásica, hoy en día se sabe que afecta a todas las razas del mundo. En países desarrollados, con un temprano diagnóstico y un mejor tratamiento, la FQ se ha transformado de ser una enfermedad mortal en la infancia a una enfermedad crónica en los niños, adolescentes y adultos. La esperanza de vida en eso países es de 30 años y sigue aumentando. En países del centro y Sudamérica -incluido el Perú- hay un creciente interés sobre esta patología sin dejar de tener un pobre reconocimiento de ella. Los métodos de tratamiento que no requieren de mucha tecnología, sólo de conocimiento, no están siendo aplicados adecuadamente con lo cual muchos niños con FQ mueren sin diagnosticar y el desafío para nosotros en las actuales condiciones económicas hace que las mejoras no se vislumbren fácilmente. En el Perú se desconoce cuantas personas nacen con FQ por año. Si extrapolamos la incidencia de FQ entre los hispanos nacidos en EEUU tendríamos aproximadamente 55 recién nacidos afectados anualmente en nuestro medio, tal vez una cifra desdeñable para fomentar un programa de FQ en nuestro medio. Pero ¿Esto es motivo suficiente para exponer a estos niños al sufrimiento y a una muerte prematura? Muchas veces se trata de favorecer el acceso a la atención de sólo algunas enfermedades, postergando o excluyendo de la cobertura a otras, preferentemente aquellas crónicas que significan un alto costo para los distintos sectores del sistema de salud. Pareciera que se intenta priorizar en forma perversa los estados de “necesidad”, es decir, dar cobertura hasta tanto los criterios economicistas lo permitan. La vida de una persona afectada de FQ depende de un diagnóstico precoz (con el cual no contamos en el país) y de recibir el tratamiento adecuado. Mientras no establezcamos políticas de salud que contemplen enfermedades como esta, no podremos hablar de “salud para todos” sino de una política de “recursos limitados y ajustados” que determinan una limitación y un ajuste al ejercicio efectivo del derecho a la preservación de la salud.
2004-01-21 | 1,189 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 4 Núm.3. Abril-Diciembre 2002 Pags. 5-6. Paediatrica 2002; 4(3)