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Fragmento

La Obra El aseo y la higiene personales han sido siempre una preocupación del hombre a través de todos los tiempos, en procura de salud, bienestar y agradable y digna presentación corporal que tanto mejoran las relaciones humanas. De ello dan fe entre muchos ejemplos en la historia, las termas romanas, monumentales construcciones que ofrecían baños públicos a los ciudadanos libres del Imperio para colmar sus ansias de higiene individual y colectiva; famosas fueron las del emperador Caracalla que a la postre perdieron su original propósito para degenerar en culto a la sensualidad. En siglos posteriores, incluyendo las primeras décadas de este agónico siglo XX, cuando no se habían instalado aún los tubos conductores de agua, cuyas redes parecen constituir el sistema circulatorio de las ciudades, con grandes y pequeñas arterias que llevan el líquido vital hasta recónditas viviendas, el rito del baño en casa y hospedajes, aun los más suntuosos, se cumplía mediante el uso del trípode que soportaba la jarra, el platón y el balde, símbolos de cultura, comodidad y prácticas higiénicas. De ellos disfrutaron nuestros padres y abuelos.

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2004-01-22   |   611 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 5 Núm.1. Abril 1990 Pags. I. Rev Colomb Cir 1990; 5(1)