Vista la obesidad a través de la historia parece que en los niños lactantes se ha tomado este atributo como expresión de salud y belleza; al menos esa es impresión que parecen trasmitir las magistrales madonas de los pintores del Renacimiento al plasmar en sus lienzos la figura de un Dios niño rollizo en el regazo de su madre. Salvo raras excepciones, estos artistas tuvieron la atingencia de resaltar belleza y salud con rasgos notorios de obesidad: como si la subjetividad de ambos atributos se materializara en la gordura y fuese ésta un paradigma en la crianza de niños durante la primera infancia. Aunque es justo admitir que esta misma idea fue compartida por otros artistas grecolatinos, en la época de esplendor de sus culturas: ellos nos legaron esculturas de niños regordetes que hoy podernos admirar en museos de historia y arte. Aún en la actualidad los bebés gordos son un punto de encuentro entre la envidia y la vanidad de las mujeres: unas, al expresar con desmesurados adjetivos la impresión que les causa un lactante rollizo, y otras, al hacer suyos los halagos dirigidos al niño. Sin embargo, cabe acotar que algunas madres de niños “gordos y bonitos” viven con temor constante de que la envidia ajena pueda causar “mal de ojo” a su hijo: según las arraigadas creencias propias de nuestras raíces indígenas que aún medran en muchas familias mexicanas.1
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2004-01-26 | 1,408 visitas | 1 valoraciones
Vol. 70 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2003 Pags. 271-272 Rev Mex Pediatr 2003; 70(6)