Autor: Garduño Espinosa Armando
Los grandes progresos de las ciencias médicas han permitido que muchos niños con enfermedades en fase terminal puedan prolongar su vida por más tiempo, sean días, semanas o meses. Esto por un lado reconforta, pero por otro engendra dilemas respecto a los límites que tiene la actuación médica para aumentar los días de vida cuando no hay ninguna posibilidad de curación o recuperación. ¿Hasta dónde debe ir el médico en el tratamiento de estos enfermos? Tradicionalmente, el principio de lo Sagrado de la vida ha sido el rector de la práctica médica y su aplicación obligada ocasiona que aún en estos niños se utilice una serie de medidas terapéuticas que ya no brindan ningún beneficio. Entonces se incurre en un enfoque erróneo, la obstinación terapéutica, que no se justifica y que sólo dificulta el proceso del bien morir. Este empecinamiento en tratar de curar lo incurable, de no reconocer la finitud de la vida, de saber que la medicina y los galenos tienen sus límites y que la muerte no es un sinónimo de fracaso, sólo angustia a pacientes, familiares y médicos; equivale a una actuación médica sin significado ni sentido. El médico sigue empeñado en luchar porque siente que su omnipotencia se resquebraja ante la muerte.
2004-03-17 | 1,208 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 25 Núm.1. Enero-Febrero 2004 Pags. 01-03 Acta Pediatr Méx 2004; 25(1)