Autor: Azcoaga Juan E
Desde hace casi 150 años las piezas anatómicas de los museos de neuroanatomía normal y neuropatología, las láminas de los libros y las revistas, las diapositivas y cuanto recurso técnico similar con el que se cuente se dejan mirar por los interesados. A los que estudian se les pide cuenta de las estructuras cerebrales, o de todo el sistema nervioso. Lo que quiere decir que para dar examen se debe tener una imagen de tales estructuras que pueden ser descriptas, o hasta dibujadas. El diagnóstico neurológico ha ido avanzando desde las neumoencefalografías y angiografías hasta la tomografía cerebral computada y la resonancia magnética nuclear. El resultado, inevitable, ha sido un modo de pensar el cerebro, como una estructura compuesta de estructuras. Sin embargo la neurofisiología viene indicando una ruta distinta: se puede arrancar de Pavlov, cronológicamente hablando, o de Hebb (1949), o de Vigotsky (1934) y Luria (1970). Ellos y muchos más, han descripto actividades dinámicas cerebrales, es decir, manifestaciones que se despliegan no sólo en las estructuras sino en el tiempo. Hay una causalidad que enhebra, en el tiempo, un punto de partida (causa) y un punto de llegada (efecto), todo en un eje temporal. Cuando se introdujeron las técnicas de exploración funcional del cerebro, podía esperarse que se buscara reconocer la dinámica funcional, los procesos funcionales, evidencias de funciones. En particular y, otra vez, con criterio cronológico, la primera opción fueron los espectros de frecuencia electroencefalográficos. En estado puro, son cambios de frecuencia en bandas de un espectro de 0 a 25 Hz, es decir que se puede ver, ahora, no estructuras, sino dinámica 1 . No obstante, se crearon programas (softwares, logiciels) en los que las modificaciones del espectro de frecuencias se representa con una gama de colores, los que a su vez se disponen en una imagen del cerebro, sólo que ahora, quietos, inmóviles.
2004-06-04 | 1,772 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 28 Núm.4. Octubre-Diciembre 2003 Pags. 185-186 Rev Neurol Arg 2003; 28(4)