Autores: Lugones Botell Miguel A, Quintana Riverón Tania Yamilé
Motivado, entre otras cosas, por el artículo publicado con este mismo título en esta revista, por el ya fallecido profesor Fernández Mirabal1 es que he decidido escribir algo más sobre el tema. Fue José Martí, a quien no se le escapó nada de lo humano y lo cotidiano, por no decir también de lo grande y lo trascendental, quien en 1878 expresó: "La música es la forma más bella de lo bello, es el hombre proyectado más allá de sí mismo...", para más adelante añadir: "... Gratísima, como un murmullo de libertad y redención". Y ya ahí, en ese concepto martiano, vemos cómo relaciona a la música con algo capaz de redimir, que es poner término a alguna adversidad y que por tanto produce bienestar. Pero si tenemos presente que fue Martí quien dijo que donde estuviera lo bello "aparece la luz, la fuerza, la alegría"2 y al considerar a la música como la expresión máxima de lo bello, está implícito —y explícito, por qué no— que ésta es capaz de producir bienestar ¿alguien lo duda? Pero no todo comienza ahí, sino que tiene, como casi todas las cosas, sus antecedentes, que aquí datan de miles de años. Nuestros antecesores incorporaron instintivamente la música a sus ritos curativos y aún en la actualidad, en algunos lugares, las tribus primitivas la continúan utilizando en sus artes médicas. La cultura moderna, por su parte, también reconoce la facultad que tiene para aliviar los males físicos y mentales.
2004-07-15 | 1,476 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 11 Núm.2. Abril-Junio 1995 Pags. Rev Cubana Med Gen Integr 1995; 11(2)