Desde el centro de la cancha

Autor: Brizio Carter Eduardo

Fragmento

Considero que la vida per se es un fenómeno doloroso. La existencia se engendra en un acto supremo de amor que se podría definir como el inmenso dolor de la excesiva ternura. Tras 280 días de vivir en el cálido vientre materno, en un proceso que no está exento del dolor, llegamos a este mundo para ver la primera luz —y poder ser testigos de este tránsito evolutivo de nuestro espíritu, desde un pez hacia una estrella— e iniciar un largo, inevitable y, a veces, doloroso camino hacia la muerte. Existe una frase muy trillada —que no por ello deja de ser cierta— que reza: “si no sabes del dolor, no sabrás de la alegría”. Pues esto viene como anillo al dedo cuando nos referimos a las dolencias que se tienen que soportar en aras de practicar el ejercicio físico. El deporte es, quizá, la actividad humana que está asociada por necesidad con el dolor, especialmente en los atletas; por supuesto también cuando existe competencia, ya sea profesional o amateur. Incluso esta premisa puede aplicarse al ejercicio que se realiza por simple y llano esparcimiento o para preservar la salud, mediante el acondicionamiento físico. ¿No me creen?

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2004-08-20   |   633 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 2 Núm.12. Junio-Julio 2004 Pags. 19-22 Dol Clin Ter 2004; II(12)