Autor: Orellana Carmen
Los ritos de paso han sido plenamente investigados en lo que respecta al mundo antiguo y, desde luego, a las sociedades indígenas contemporáneas. Sin embargo, hay un factor que parece dejarse de lado cuando se habla de ellas: el dolor y su significado. En el mundo antiguo el dolor era una forma importante de comunicación con la espiritualidad, era mensajero y ejecutor. Podía tanto encargarse de llevar al individuo al éxtasis místico como de torturarlo de tal forma que éste no deseara volver a repetir sus actos profanos. Frazer,1 en su espléndida obra La rama dorada, refiere que en aquellos grupos donde el desarrollo social no es tan complejo todavía, el dolor resulta ser algo más bien incómodo de lo que hay que deshacerse por cualquier medio. Un caso típico es en el que se frota contra el cuerpo una figurilla que representa al paciente, y luego ésta es arrojada en el camino para que aquel que pase junto a ella contraiga la enfermedad y el aquejado quede libre de semejante peso. Del mismo modo que figurillas, se pueden utilizar hojas de ciertos árboles, piedras, palos, animales y hasta personas. Pero entre los muy civilizados romanos también el dolor sirvió como arma psicológica en contra de los enemigos, ya que a menudo se recortaban las uñas del paciente adolorido y se pegaban con cera en la puerta del vecino antes de que amaneciera, y así este último tenía que lidiar con dos cosas bastante molestas: una enfermedad y un enemigo al otro lado de su puerta.
2004-08-25 | 1,172 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 3 Núm.2. Septiembre 2004 Pags. 5-8 Dol Clin Ter 2004; III(2)