Virginia Woolf:

el miedo a la locura 

Autor: Santiago Méndez Angeles

Fragmento

La mañana del 28 de marzo de 1941 Virginia Woolf caminó desde su casa de campo en Rodmell, Inglaterra, hasta las orillas del río Ouse. Ahí llenó los bolsillos de su abrigo con piedras y después se sumergió en el agua. Las piedras cumplieron su función. El cuerpo tardó tres semanas en salir a la superficie. A Leonard, su marido, le dejó una nota sobre la chimenea: “amado, veo claramente que me estoy volviendo loca de nuevo. Siento que no puedo volver a atravesar otra de esas épocas horribles y esta vez no me recuperaré. Empiezo a oír voces y no me puedo concentrar. De modo que hago lo que me parece mejor. No creo que dos personas puedan haber sido más felices que nosotros”. El diario que Woolf llevó desde 1915 hasta cuatro días antes de su suicidio indica que su terrible enfermedad puede haber sido una depresión maniaca, conocida actualmente como trastorno bipolar. Los episodios depresivos de Woolf eran cíclicos, unas veces relacionados con las estaciones, otras, con el final de un libro. No obstante, entre sus depresiones y periodos de manía manifiesta lograba ser sumamente productiva y a menudo era activa y encantadora. Prueba de su creatividad es su obra literaria, por la cual es ampliamente reconocida hasta nuestros días.

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2004-08-25   |   709 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 3 Núm.3. Octubre 2004 Pags. 15-18 Dol Clin Ter 2004; III(3)