Muy temprano, como todos los días, llegó al Excelsior a la casa de la familia Miranda Baena. Pero ese día, contra su costumbre, doña Luz no pudo concentrarse en las noticias: “Austria en terrible guerra civil”, “Indignación por la destrucción del fresco de Diego Rivera en el Centro Roquefeller”, “Grupo fascista suiza en Milán”, “Ocho mil personas reciben al general Cárdenas en Tlaxcala en su campaña presidencial”. Hoy, 14 de febrero de 1934, será el examen profesional de su hijo Francisco, Panchito, como acostumbran llamarle en casa. Desde la semana pasada, en el ambiente familiar se nota cierta tensión. El próximo cirujano dentista ha dormido poco la última semana, no apaga la luz de su recámara antes de las doce de la noche y la enciende a las seis o seis y media de la mañana, anticipándose a los primeros rayos de sol. Ha sido necesario un repaso general a todos sus apuntes y por supuesto a sus textos, concentrándose naturalmente en los de anatomía, materia que se sabe case de memoria, sobre todo la parte de cabeza y cuello, conocimiento indispensable para alguien que como el joven Miranda, piensa en la cirugía como especialidad.
2004-08-30 | 913 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 53 Núm.6. Noviembre-Diciembre 1996 Pags. 275-276 Rev ADM 1996; LIII(6)