«De la serie naturaleza viva»

Autor: Martínez Rivera María Clara

Completo

Cecilia Ordoñez «De la serie naturaleza viva» Cerámica, 2.10 mts 1996 "ALGO DE RITUAL, ALGO DE SAGRADO" Este es un mundo de objetos, de objetos útiles, un mundo que rinde culto a dichos objetos y su fin son esos objetos, su posesión, su trueque, su goce, su desperdicio, su descarte. Los objetos que modela Cecilia Ordóñez, siendo objetos, no son nada de lo anterior. Aunque son de materia corpórea, pertenecen al orden de las cosas del espíritu, son, por ejemplo, atemporales, sabemos que su autora los modeló y los coció hace poco tiempo, sin embargo bien podrían haber salido de alguna excavación hipotética producto de una civilización perdida hace cientos o miles de años y eso nos parecería verosímil. Tampoco pude localizárselos geográficamente, podrían provenir de Asia, Oceanía, Europa, América, o Marte. Hay en ellos una Universalidad Primigenia en la cual reconocemos algo de ritual, algo de sagrado, como cuando reconocemos categorías fundamentales como la vida, la fertilidad, la trascendencia o la muerte. Y a todo ello se refiere, sin mencionarlo, la artista. Los ceramistas, deberían ocupar un sitio de honor dentro de los artistas, al fin y al cabo son ellos los depositarios de una de las tradiciones vivas más antiguas de la humanidad, mucho anterior a la escritura, anterior por supuesto a la tradición oral, casi sin excepción la cerámica aparece como uno de los vestigios más antiguos del homo habilis y, sin embargo, conserva intacta su capacidad de sorprender y maravillar. Un ejemplo excepcional es la artista que hoy nos ocupa; sus objetos son en parte escultura, en parte relieve y en parte pintura. Ella saca partido de todas las posibilidades del medio, de un lado está la forma, de otro, la textura y de otro la materia misma; todos estos elementos son igualmente importantes para la artista y cada uno de ellos contribuye con el resultado final. Su barro sugiere una dureza como de piedra, es poroso en apariencia, con sutiles variaciones cromáticas que a la distancia se tornan de colores grises o marrones muy difíciles de definir. Las formas a la vez orgánicas, esenciales y sintéticas, con frecuencia ensambladas en virtuosas construcciones que hacen posible su gran escala casi insólita para piezas cocidas a tan alta temperatura, están rodeadas de texturas complejísimas, a veces grafismos, a veces huellas de los más diversos orígenes que invitan al espectador a instalarse en un juego sugestivo, parte lectura, parte exégesis, parte adivinanza, como quien descifra a ciegas jeroglíficos ignotos. María Clara Martínez

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2004-09-01   |   698 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 31 Núm.1. Marzo 2002 Pags. Rev Col Psiqui 2002; XXXI(1)