INTRODUCCIÓN Cuando hablamos de educación sexual, lo primero que debemos hacer es ponernos de acuerdo acerca de lo que entendemos por sexualidad humana. Para los psicoanalistas, por ejemplo, la sexualidad como pulsión sumergida en el campo del inconsciente, tan solo puede ser abordada por el especialista merced a las técnicas propias de esa disciplina científica. Consideran imposible la pretensión de la pedagogía, en el sentido de diseñar programas curriculares para la educación de niños y adolescentes en relación con el comportamiento sexual. Nosotros, por el contrario, pensamos que la sexualidad, como un conjunto de comportamientos aprendidos, sí puede ser educada, y en esta opinión nos acompaña la gran mayoría de los docentes que se mueve por fuera de las influencias del psicoanálisis. Una vez superado este primer obstáculo conceptual, nos enfrentamos a otro problema de igual o mayor magnitud. Casi todos los maestros que acudieron a la convocatoria del Ministerio de Educación Nacional con el fin de capacitarse en el campo de la educación sexual- muchos de ellos con experiencia en la cátedra de comportamiento y salud- se aferraban de una manera acrítica a un singular concepto de sexualidad, tomado fuera de contexto de los manuales de CRESALC (Comité Regional de Educación Sexual para América Latina y el Caribe), de principios de los años ochenta, escritos por algunos educadores sexuales de franca estirpe religiosa y de gran audiencia en Colombia. Veamos algunos ejemplos: «Sexualidad humana es todo niño o niña, todo hombre o mujer, a cualquier edad, con sus pensamientos, sentimientos y acciones como niño o niña, como hombre o como mujer.» Dra. Ethel Nash, Socióloga.
2004-09-03 | 2,859 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 27 Núm.4. Diciembre 1998 Pags. 303-314 Rev Col Psiqui 1998; XXVII(4)