Manuel Hernández Gómez

Autor: Martínez Rivera María Clara

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Nuestra Portada Creación de: María Clara Martínez R Manuel Hernández Gómez A los pintores les gusta pintar, les gustan los colores, las texturas, las formas, los tonos y muchas otras cosas por el estilo y es allí donde propiamente reside lo estrictamente plástico y pictórico. También es cierto que los pintores representan cosas en sus cuadros: manzanas, caballos, personas, platos y cuanta cosa pueda la imaginación concebir. Algunos de ellos decidieron a principios de este siglo pintar solamente, sin representar nada reconocible en el mundo que llamamos real, usualmente los llamamos pintores abstractos o no figurativos, esta corriente tomó una fuerza tal que literalmente ha dividido la pintura en dos. Para los figurativos la representación de imágenes resulta llena de valor y poder evocador, cuenta una historia más o menos elaborada acerca de la relación que el hombre establece con su entorno; por el contrario los no figurativos opinan que tal anécdota estorba, entorpece el lenguaje de lo puramente plástico Y que ha llegado el momento en que finalmente las artes plásticas deban desembarazarse del peso que les causa semejante lastre. Es esta una discusión de nunca acabar por que en ambos lados se poseen valores exquisitos que se perderían de asumirse la actitud que les es opuesta. La discusión tan acalorada en otros momentos de nuestro siglo ha ido dando paso a una posición que pudiéramos llamar tolerante. A estas alturas, en ese dominio oscuro al que se ha dado en llamar posmodernidad, esta polémica ya no parece obsesionar a nadie; parecería por el contrario más importante defender la pintura en cuanto tal y con ella a la escultura, de los embates de que son objeto por parte de otras formas más o menos novedosas de expresión plástica. Manuel Hernández es ante todo un pintor en todo el sentido de la palabra. Su materia son los colores y el uso que de ellos hace sobre una superficie bidimencional, lo demás es accesorio, él crea un mundo propio sin recurrir a los antilugios a los que recurren los artistas que reproducen la «realidad». En sus cuadros no hay ni perspectivas, ni objetos, ni manzanas de ninguna clase y como tal podríamos decir que es un pintor abstracto y como tal siempre se le ha catalogado con ese vicio ineludible que tenemos por clasificar. Sin embargo es un pintor que en su abstracción recurre a un elemento inventado al que se le ha llamado signo y que en el encarna, como personaje central de sus obras los «temas» de que son objeto sus cuadros. Este signo es una especie de personaje que desarrolla muchos papeles, papeles que suelen referirse de alguna manera a conceptos venidos de la experiencia vital cotidiana, habla de equilibrio, tensión, contacto, apoyo, superposición, secuencia, desdoblamiento, ascensio, emergencia, movimiento, espacio, estructura y ser, entre otros. Es como sí a través de este personaje el artista figurara conceptos abstractos del pensamiento humano. Hemos dicho que este es su tema, pero tal tema, no deja de parecer un pretexto, porque lo que hipnotiza en sus cuadros, nunca es la reflexión «teorica» que encierran sino el placer que suscita su contemplación, el puro goce sensual de su presencia, el gusto que tomamos por la manera como su autor deja huellas en la tela. Es allí precisamente donde está eso, indescifrable, que llamamos arte y que necesariamente escapa a cualquier definición.

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2004-09-03   |   1,729 visitas   |   1 valoraciones

Vol. 27 Núm.2. Junio 1998 Pags. Rev Col Psiqui 1998; XXVII(2)