Un psiquiatra para un mundo confuso

Autor: Puerta Baptiste Germán

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Germán Puerta Baptiste Comite Editorial Con este nombre se publicó una colección de artículos, escritos entre 1923 y 1967 por el teniente coronel William C.Menninger, psiquiatra responsable por la salud mental de ocho millones de hombres durante la segunda guerra mundial. Me parece que el título no podría ser más apropiado para el turbulento escenario, tanto nacional como médico, en el cual vive el psiquiatra y se desempeña de manera más bien silenciosa frente a los oídos de la sociedad. Nuestra formación integral nos permite conocer la vida, desde el universo de la célula misma y sus moléculas. Alrededor del núcleo, que encierra el precioso código con las órdenes para elaborar los materiales, desciframos cada vez mejor los organelos y sus distintas funciones: traducción y lectura del RNA mensajero para polimerización de la cadena de aminoácidos en los ribosomas, transformación en las mitocondrias, digestión en lisosomas, excreción en el viejo aparato de Golgi, transporte por las membranas...y cómo sabemos hoy día de ellas y de sus aparecidos mensajeros! Neurólogos y psiquiatras, ¿por qué no decir neuropsiquiatras?, nos hemos convertido en relojeros moleculares bastante precisos. Examinamos cómo se construye y evoluciona la gente y qué decir, además, de lo heredado del más célebre neuropsiquiatra, Sigmund Freud. Toda una teoría para comprender lo más sutil del origen dinámico de las emociones y actitudes del hombre, desde su desarrollo infantil, toda una técnica de aproximación al individuo que sufre; podemos entender, aliviar y curar. Se nos ha enseñado cómo, sobre qué y en qué momento hablar, con respeto pero siendo objetivos. De Konrad Lorenz aprendimos que un mono encerrado entre una caja (Mazda o BMW?) está propenso a desplegar su agresividad contra otros iguales.. .llamémoslos bogotanos. Alguna noción tenemos sobre la influencia del entorno en nuestra conducta y en nuestra tensión emocional. A Selye y a Skinner pueden unírseles integradores de psicoanálisis y sociedad, como Erikson, Marcuse y tantos otros. Practicamos a diario esa conjunción de lo neurobiológico con el arte de escuchar y asistir al paciente, con nuestra experiencia, a tomar sus propias decisiones. No ignoramos que se necesita algo de angustia para que el sujeto conserve ciertas maravillas originales, lo no dicho (non-dit) de las emociones, a lo Olievenstein. Es ese nuestro acervo con el que, de paso, vivimos nuestra propia vida y afrontamos este panorama nacional, tan injusto, inseguro, violento e impredecible. Sin embargo, desde la medicina aún no se da una teorización de lo social, indispensable para este momento. Frente al inevitable televisor doméstico y sin querer, terminamos cada noche diagnosticando serios trastornos de personalidad en no pocos de nuestros dirigentes políticos. Registramos la absurda carencia de imágenes que nos orienten o sirvan de modelo a la juventud, que más bien consigue sus héroes entre algún futbolista promedio, ojalá en una selección extranjera. Profusión de bates de baseball en la ciudad, cruz de Boyacá para el pelotero Rentería...y los niños siguen sin saber del profesor Llinás o del maestro Puyana o de pintores como Hoyos o Dávila, de escritores como Mutis, Zapata Olivella y cien más. Claro que es preferible matricular el Yo-ideal en un equipo deportivo o en un conjunto de música rock que seguir las noticias de un país donde política es sinónimo de ética. Un buen número de adolescentes sanos está ahora optando por carreras artísticas, musicales, antropología o filosofía, buscando escenarios bien distintos a los electoreros o a los devoradores de empresas. ¿Nuevo voltaje para la lámpara de Diógenes? La fauna social no solo prescinde de la opinión del psiquiatra sino que además ataca nuestra honesta práctica de especialistas. Aún recuerdo la sentencia No. C-221 , de 1994, en la que cinco de los nueve honorables miembros de la Corte Constitucional resolvían, a nombre del pueblo, que "si el derecho al libre desarrollo de la personalidad tiene algún sentido dentro de nuestro sistema.. .las normas que hacen del consumo de droga un delito son inconstitucionales". Postulaba además que "los shocks eléctricos, los cortes quirúrgicos y los tratamientos químicos no educan, inducen conductas irresistibles y.. .niegan brutalmente la condición moral del hombre...". En fin, vestigios de la antipsiquiatría de los años 50, pero con fuerza de ley vigente. De manera que SI del POS se excluyen los mejores fármacos, estamos además convertidos en inmorales al prescribir psicotrópicos, ¿qué tal? . El famoso cirujano cardiovascular J-Y Neveux se queja en su libro "Tu ne seras pas médecin, mon fils" (Plon, 1997) de que "nuestro sistema se proclama igualitario, pero, para curar a todo el mundo, requerirá que todo el mundo sea mal curado?". La administración de la medicina parece lenta frente al progreso técnico de esta. Pero ni de estos aspectos que nos tocan directamente opinamos casi. Seguimos circunscritos al cuadro clínico; en el rigor, dudamos si podemos hacer un diagnóstico con sólo 3 de los 5 síntomas señalados en el último manual. Estamos cerca de la gente y, sin embargo, callamos frente a temas cotidianos como la violencia y sus efectos, digamos, somatización o frustración. Educamos para que la juventud logre un óptimo desarrollo emocional y personal y podemos respaldar a quienes pretenden que Colombia vuelva a ser un país apto para la crianza de niños y no uno de niños traídos a la guerra, de menores temerosos o aburridos entre drogas callejeras. Nuestro oficio es la gente, ese paquete que debiera rotularse de "Frágil. Manéjese con Cuidado", y no nos pronunciamos frente al absurdo de un estado que no brinda mucha satisfacción a la vida. Dejamos que otros sin experiencia en la conducta humana dicten, u oculten, la forma en que tiene que vivir nuestra población. ¿Arriesgado, no? El médico, defensor del individuo, no debe apartarse de su compromiso con la colectividad. Para el Dr. Jean Hamburger, pionero del transplante renal, "el médico como servidor del hombre debe hacer conocer el resultado de sus reflexiones", más aún, creo, cuando está inhalando una especie de institucionalización del terror. Otro debiera ser el rol del psiquiatra ad portas del tercer milenio. Rescatemos el valor con que opinaba Freud hace un siglo, frente a la represión victoriana. Aportémosle a toda la sociedad nuestro concurso de estudiosos de lo biológico, psicológico y social del hombre actual en su mundo, de verdad, confuso. Germán Puerta Baptiste

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2004-09-03   |   1,367 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 27 Núm.1. Marzo 1998 Pags. Rev Col Psiqui 1998; XXVII(1)