Autores: Valadez Azúa Raúl, Rodríguez Galicia Bernardo, Cabrera Castro Rubén, Cowgill George, Sugiyama Saburo
En 1988 y 1989 se llevó a cabo el proyecto arqueológico “Proyecto Templo de Quetzalcóatl”, cuyo objetivo era reconocer eventos culturales asociados a este sector teotihuacano. Entre los entierros descubiertos el más importante fue el cuatro, de condición múltiple y constituido por 18 personas que se depositaron atadas de pies y manos, con una rica ofrenda asociada y con una indumentaria propia de guerreros de la élite. Una de ellas, registrada como “entierro 4A”, portaba, como parte de su indumentaria, ocho maxilares de cánidos. El análisis de las piezas mostró que varias habían entrado en procesos de “mantenimiento”, empleando para ello piezas dentales o fragmentos de paladar de otros ejemplares, lo cual llevó a que en un total de nueve maxilares descubiertos estuvieran presentes 15 individuos. Medidas dentales, del paladar y morfología dental permitió identificar a ocho de ellos como híbridos de lobo y perro (“loberros”), a tres como perros, a dos como híbridos de coyote y loberro y a uno como mezcla de coyote y perro. Iconografía y arqueozoología teotihuacanas ubican a los lobos como animales de enorme valor dentro de su religión, íntimamente ligados a lo bélico, por lo que los maxilares pueden ser considerados piezas simbólicas pertenecientes a animales manejables, domésticos, pero que portaban la esencia divina propia de los lobos y cuyo uso estaba reservado para personas de la élite relacionadas con la guerra. Éste y otros hallazgos permiten reconocer la práctica de hibridización de cánidos silvestres y domésticos como una actividad zootécnica de enorme arraigo dentro de las culturas prehispánicas del centro de México.
Palabras clave: Arqueozoología lobos perros prehispánicos zootecnia Teotihuacan.
2002-12-13 | 1,695 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 13 Núm.6. Noviembre-Diciembre 2002 Pags. 219-231 Revista AMMVEPE 2002; 13(6)