Fragmento

Si un joven aspirante a ser médico me dijese: “Doctor, quiero llegar a ser un buen médico, para consagrarme con efectividad y eficacia a la atención de los enfermos; para lograrlo, ¿qué es lo que debo pedir a mis profesores en la escuela de Medicina?”, yo le hablaría, en primer lugar, de la importancia suprema de los valores humanistas y éticos, así como de la necesidad de que se asegure de que tiene la inteligencia, el talento, la voluntad férrea, la vocación y la madurez emocional indispensables para emprender ese duro camino. Quizá me atrevería a repetir las frases que, según la mitología, Esculapio, el primero de los médicos griegos, quien aprendiera su arte de nada menos que el propio Apolo, dirigiera su hijo: “¿Quieres ser médico, hijo mío? Vivirás como a la sombra de la muerte, entre los dolores del cuerpo y los dolores del alma”. Pero, tras ese breve desahogo, le diría lo siguiente: Diles a tus maestros de la escuela de Medicina que, si nadie lo hizo antes, te enseñen a “aprender a aprender”, porque has escogido una profesión en la cual se debe ser un eterno estudiante. Diles que te ayuden a aprender lo que necesitarás saber en la práctica de tu profesión; que te eduquen para que puedas descubrir, identificar, entender y tratar los problemas que vas a tener que resolver.

Palabras clave: Expediente clínico.

2004-09-28   |   15,479 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 39 Núm.2. Abril-Junio 1996 Pags. 55-57 Rev Fac Med UNAM 1996; 39(2)