Autor: Cañedo Andalia Rubén
La ciencia moderna se estructura en tres esferas muy bien delimitadas: producción, comunicación y consumo. Si bien en los inicios del desarrollo científico que caracteriza a la era actual los procesos de la comunicación o la transmisión de los conocimientos ocurrían en el marco del propio trabajo de sus creadores, el tiempo y los conocimientos que gradualmente comenzó a exigir tal actividad, llevaron a que ésta se separara definitivamente de las tareas creativas, al menos en su aspecto formal. Aparejada con el nacimiento de las editoriales científicas y al auge de las publicaciones -en especial las periódicas- y, ante la imposibilidad de los especialistas de enfrentar por sí solos el amplio volumen de información acumulada, surgió una nueva variedad de instituciones cuyo trabajo es, precisamente, facilitar la transferencia de la información entre sus productores y sus destinatarios. A tal efecto, las instituciones de información deben tener un dominio lo suficientemente amplio del vasto universo de fuentes y canales disponibles, como para poder determinar aquéllos capaces de producir o transmitir la información más útil (selección), y adecuar cualitativa y cuantitativamente su entrega a la satisfacción de un conjunto de necesidades predeterminadas, por cuyo aseguramiento deben responder (servicios). La transformación de las fuentes y canales adquiridas en recursos informacionales, es decir, su consideración para el cumplimiento de determinados objetivos, metas y tareas dentro de la actividad que desarrollan los individuos u organizaciones a las que prestan servicios, se ha convertido en una prioridad informacional y económica de las instituciones de información modernas.
2004-12-06 | 1,075 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 2 Núm.1. Enero-Abril 1994 Pags. 3-4 Acimed 1994; 2(1)