Autor: Pérez Miravete Adolfo
El 28 de septiembre de 1895 en Villanueve-l’ Etanq murió Luis Pasteur, quien con justicia se ha calificado como una de las figuras señeras más destacadas del siglo XIX. Al cumplir 100 años de su muerte se han multiplicado en el mundo las ceremonias conmemorativas que recuerdan la vida y la obra del que, en sus 73 años de vida, abrió amplios caminos al conocimiento y sirvió de ejemplo a quienes dedicados al quehacer científico ponen toda su voluntad y esfuerzo al servicio del hombre. Cumplimos también con nuestro deber de agradecimiento a quien tanto nos proporcionó como científicos y como hombres. Para quienes hemos tenido la oportunidad de visitar el Instituto Pasteur de la calle Roux en París, uno de los sitios obligados que se debe incluir en la visita es la tumba donde reposan los restos de Pasteur y de su esposa, cuyo ornato sobre el mármol, recuerdan no sólo una frase feliz del genio, sino lo que se ha dado en llamar las grandes victorias o los grandes descubrimientos. En ellos se leen “Feliz aquel que lleva en sí a un dios o un ideal de belleza, ya sea: ideal del arte, ideal de la ciencia, ideal de la patria o ideal de las virtudes evangélicas".
2005-01-07 | 661 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 52 Núm.11. Noviembre 1995 Pags. 615-617 Bol Med Hosp Infant Mex 1995; 52(11)