Autor: Davico de Villazón Gloria
Reflexiones de la esposa de un médico intensivista. Yo quisiera saber si volvería a ser esposa de un médico intensivista. Nos casamos en 1950, cuando se iniciaba el gran avance de nuevos conocimientos y el desarrollo de la compleja tecnología que vivimos en la actualidad. Los maestros de entonces eran muy profesionales, fuente de inspiración, entusiasmo y tenían vocación académica. Eran los románticos de la medicina y transmitían a los jóvenes su prestancia y su mística. Desde que era novia de Alberto, comencé a estar en contacto con la medicina. Y pude ir observando la dedicación y la entrega que se requiere por parte del médico, sobre todo en algunas especialidades y, en mi caso, en que la medicina es para Alberto como un apostolado, requería de toda su entrega y de toda mi comprensión y apoyo para él. Fue necesario asumir la responsabilidad de la educación de nuestros hijos y de las cosas de la casa para no abrumarlo con problemas menores. Sólo cuando era necesario, solicitaba su intervención. Durante los años 50 y 60, me quedaba sola, cuando Alberto estaba de guardia y durante sus periodos de entrenamiento en el extranjero. Recuerdo como se aislaba en su estudio cuando tenía un enfermo grave, en busca de la mejor solución, pero en esa época esto era poco frecuente. Aun así, nuestra vida familiar se resentía más que la de otros matrimonios, en donde el esposo tenía otra profesión.
Palabras clave: Médico intensivista.
2005-01-20 | 745 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 9 Núm.5. Septiembre-Octubre 1995 Pags. 142-143 Rev Asoc Mex Med Crit Ter Int 1995; 9(5)