Autores: Quijano Narezo Manuel, Togno Gabriela
Michel Foucault (Historia de la sexualidad. Siglo XXI editores, 1984) afirma algo que todos hemos constatado, al menos todos los que han sobrepasado los treinta años de edad: que desde el siglo XIX y la mayor parte del XX, la moral se centra en la conducta sexual y que se ha establecido una normativa estricta para cada género —en perjuicio del femenino—, pues los hombres lo toman más comodinamente y tienden a llamar bueno no a lo que realmente lo es, sino a lo que desean. Y recuerdo la sentencia de algún epigramista: que la ética es una reflexión sobre la moral vivida. Porque aun dejando de momento lo referente a la conducta sexual, la verdad es que en la vida se busca el bienestar, lo placentero para el yo individual y se anhela eso que pomposamente se intitula la felicidad. La felicidad tiene dos componentes: la disposición y los actos concretos, pues es necesario que nos gusten el diseño propio de la vida y sus circunstancias: que el entorno material así como los sentimientos y emociones se vivan placenteramente. Por ello la felicidad no es algo de “todo o nada”: se puede estar contento con algo y descontento con algo más. Pero sí, en general la felicidad va unida al placer, a la búsqueda de satisfacciones, a la derrota del miedo y del mal, al logro de lo que gusta, que se supone bueno, que interesa o que parece necesario.
2005-03-18 | 1,872 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 48 Núm.2. Marzo-Abril 2005 Pags. 45-46 Rev Fac Med UNAM 2005; 48(2)