Septiembre 19, 1985

Autor: Viramontes Madrid José Luis

Fragmento

7:19 a.m. De pronto, comenzó todo... Yo ya había sentido temblores y siempre me habían emocionado, pero estar en un séptimo piso añadía un atractivo extra a toda la situación. Me asomé por la ventana y vi a la gente detenerse y ver hacia arriba. En aquel tiempo los temblores en México no causaban tanto pánico y mucha gente -como yo- incluso podía disfrutarlos. En ese momento, el movimiento era rítmico y hasta divertido. Recuerdo que ese día no tenía ganas de levantarme. Estaba frente al espejo poniéndome la corbata -una de las tareas cotidianas que me resultaban terriblemente difíciles- y a punto de salir de mi habitación. Aquel día, por un motivo que todavía hoy no entiendo, Manuel estaba profundamente dormido. Compartíamos una de las 60 habitaciones del edificio de 8 pisos de la residencia para médicos del Hospital General de México. Siempre lo había admirado. Alguien que se levanta sin despertador y es capaz de llegar puntual a las sesiones de las 7 de la mañana, merece todo mi respeto -y envidia-. Pero aquel día, Manuel seguía dormido mientras yo me apuraba a salir, invirtiendo así los papeles habituales de nuestra rutina diaria.

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2002-12-19   |   793 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 64 Núm.3. Julio-Septiembre 2001 Pags. 180-183. Rev Med Hosp Gen Mex 2001; 64(3)