Las mil y una palabras

Autor: Arteaga Pallares Carlos

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¿Quién es ese hombre para quien ser colombiano es un acto de fe, la democracia un abuso de la estadística, que se define a sí mismo como un anarquista individualista y a pesar de reconocer lo anacrónico de esa actitud la defiende hasta su muerte, que creía que los latinoamericanos somos europeos desterrados con la posibilidad de ser más europeos que ellos, que son meramente ingleses, alemanes, franceses...? Es Borges, maestro de maestros y maestro del lenguaje. Periodista, poeta, ensayista y prosista. Enigmático, erudito e ingenioso, burlón e irónico, con un gran amor por el conocimiento y los libros, pero ante todo un gran escritor, con la alegría de serlo, "la literatura tiene ese privilegio, que uno siente la misma felicidad escribiendo majaderías o páginas geniales, si es que uno las escribe. El hecho de escribir es una dicha, la angustia del escritor es una idea totalmente falsa". Jorge Isidoro Francisco Luis Borges Acevedo nació el 24 de agosto de 1899 en el centro de Buenos Aires, aprendiendo de su abuela inglesa, Fanny Haslam el inglés antes que el español. A los ocho años escribe su primer cuento y a los nueve traduce El príncipe feliz de O. Wilde, que aparece publicado en un diario de su tierra natal. Su ascendencia portuguesa e inglesa, de múltiples influencias idiomáticas y culturales: padre agnóstico, madre católica y abuela protestante puritana, deja en él la huella de un universo remoto, misterioso e inagotable que se expresa en su obra literaria, en la cual se proponía incorporar la milenaria herencia de Occidente. Borges es uno y son muchos. Cualquier intento de aproximación implica la opción por unos y la exclusión de otros. Hablar de Borges es hablar de una obra inmensa, polifacética, cuestionada y poco leída, con temas insistentes y punzantes que frecuentemente se han Interpretado como propios y caracterizadores de su pensamiento. Ese hombre de ojos niveos, que desde muy temprana edad conoce el sino de una ceguera prematura como parte del destino de su familia paterna, se convierte desde sus años mozos en un animador incansable de la vida intelectual rioplatense, motivado en lo fundamental por la metafísica y la literatura: "sólo pensábamos en escribir para nosotros mismos... sin ningún afán comercial". Funda revistas y colabora en otras, publica poemarios y artículos, y adquiere un sólido prestigio que se consolida en los años cuarenta, cuando da a conocer sus cortos relatos de poderosa originalidad: El jardín de los senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944) y El Aleph (1949) que constituyen lo más conocido y elogiado de su producción literaria. Insiste, una en la condición arbitraria del lenguaje, en su incapacidad de dar cuenta de la multiplicidad del universo (tema que constantemente lo obsesiona), junto con el tiempo, el espacio, la eternidad y el infinito, que también son de su interés y ocupan buena parte de sus cavilaciones. "Tal vez nuestros conocimientos no van más allá de la idea que nos formamos de las cosas, enmascaradas por el lenguaje, modificadas por nuestros recuerdos, temores o esperanzas"... Emerge, entonces, el concepto, más o menos implícito de que todo conocimiento es relativo, temporal e impreciso, dando paso a una conclusión contundente de particular interés para la Psiquiatría: la realidad como tal es inabordable, tan sólo nos aproximamos a ella a través de un juicio, verdadero o falso, pero que en últimas constituye una interpretación. Surge aquí una reflexión que nos invita a renunciar de antemano a reproducir una realidad inasequible y fugaces psicologías individuales. La literatura fantástica no es un género secundario, sino el más antiguo, y a él pertenecen cosmogonías y mitologías. Sus insospechados y mayores maestros son Parménides, Platón, Juan Escoto, Spinoza, Leibniz, Kant, Bradley... "En efecto, ¿qué son los prodigios de Wells o de Poe -una flor que nos llega del porvenir, un muerto sometido a hipnosis-, confrontados con la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del tiempo?". "El mundo -escribe, citando a Hume- es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto." Sin embargo esa ignorancia, quizá definitiva, no debe impedir los esquemas o explicaciones que intentan superarla.... y cuáles son esos intentos dilucidatorios sino la religión y la filosofía. Otra paradoja, otra oportunidad a lo lúdicro, otra alternativa al razonamiento se nos impone dentro del complejo laberinto Borgiano. Y prosigue su camino en una audacia sin fin, en el proceso revolucionario de su pensamiento, postulando que la filosofía -razonamientos encaminados a explicar la naturaleza, relaciones, causas y finalidad del mundo físico, más allá de lo perceptible por los sentidos y de los hechos espirituales- y la teología -tratado sistemático de la existencia y atributos de Dios-, desposeídas de sus funciones tradicionales, deben ser incorporadas al ámbito de la literatura, el cual contribuyen a precisar. La incapacidad del lenguaje para dar cuenta de los enigmas del universo y de la divinidad hace ingenua cualquier pretensión de realismo, "cabe sospechar -señala Borges- que la realidad no pertenece a ningún género literario; juzgar que nuestra vida es una novela es tan aventurado como juzgar que es un colofón o un acróstico. Sueños y símbolos e imágenes atraviesan el día; un desorden de mundos imaginarios confluye sin cesar en el mundo; nuestra propia niñez es indescifrable como Persépolis o Uxmal, Ni siquiera la autobiografía (recuerdos desfigurados de experiencias complejas, o recuerdo de recuerdos de esas experiencias) se sustrae a esta intuición decisiva: toda literatura es fruto de la imaginación". El libro, el texto, la escritura, no son un reflejo del mundo, sino un agregado al mundo, que sólo se configura como hecho estético mientras lo crea el autor o lo recrea el lector. La magia extraña de las invenciones religiosas y filosóficas, que junto a temas literarios constituyen el objeto de sus ensayos, sugiere a Borges su aprovechamiento para la ficción, restituyendo la metafísica a su ámbito natural, el de la literatura fantástica.... Su obra parece inspirada en una concepción básica: no hay otra realidad que la verbal. En sus escritos se suscitan múltiples y aun contrapuestas lecturas o interpretaciones: parábolas o alegorías de un universo caótico y absurdo donde el hombre vaga trágicamente perdido o la formulación de una teoría sobre las posibilidades del conocimiento o un simple ejercicio de humor o juego intelectual. Guarden o no sentido oculto, los relatos ofrecen una atmósfera muy peculiar. Historias paralelas que simulan reflejos, simetrías abundantes, bifurcaciones y laberintos permiten al lector una intuición de lo monstruoso, de un universo de pesadilla que se desintegra en el caos. Libros identificares aparecen junto a apócrifos y autores reales: Adolfo Bioy Casares o Alfonso Reyes comparten y conviven con Fierre Menard y Herbert Quain. Los escenarios inconcretos (lejanos, amplios o poco precisos) y espejos, configuran las dimensiones fantasmales de su mundo literario. Alabado y vilipendiado por la crítica, pocos como él han tenido una influencia tan decisiva en la espléndida nueva narrativa hispanoamericana. Con su obra demostró que es posible una literatura libre de obligaciones testimoniales o compromisos sociopolíticos; la imaginación y lo fantástico constituyen una rica posibilidad literaria; la ficción no tiene que ser ajena a la filosofía u otras posibilidades intelectuales, la ambigüedad permite multiplicar los significados de un texto; la literatura es una condición eminentemente verbal que agrupa a la producción escrita del género humano; el lector desempeña un papel activo, que es posible romper las tradicionales estructuras espaciotemporales del relato. Hoy, cien años de su nacimiento, Borges tiene un sitio de honor en la Historia de la Literatura Contemporánea como iniciador, maestro e intelectual, objeto de citas jamás dichas, nunca publicadas, pero que a todos nos sirven, como texto o paratexto, para inspirar una aureola de "erudición" a nuestro discurso. Pero cuántos lo han leído, muy pocos; cuántos lo han estudiado a fondo: menos aun; y cuántos lo han entendido: quizás ninguno. Borges, es mi presunción, no escribió para ser comprendido, sino para abrirnos un vasto horizonte cultural reflexivo y sensitivo... inquietar al lector en su ignorancia, en su manera "racional" de pensamiento, invitarlo a la desmesura y al juego, introducirlo al maremágnum de su condición humana, ora tragedia, ora comedia.... Mis libros (que no saben que yo existo) Son parte de mí como este rostro De sienes grises y de grises ojos Que vanamente busco en los cristales Y que recorro con ¡a mano cóncava. No sin alguna lógica amargura Pienso que las palabras esenciales Que me expresan están en esas hojas Que no saben quién soy, no en las que he escrito. Mejor así. Las voces de los muertos Me dirán para siempre. Borges es un mundo a la espera de ser explorado, es una deuda con él contraída por lo que nos ha brindado, es el intrincado esfuerzo que nos devele a nosotros mismos. Carlos Arteaga Pallares

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2005-07-16   |   784 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 28 Núm.1. Marzo 1999 Pags. Rev Col Psiqui 1999; XXVIII(1)