La gratitud en la formación del médico

Autor: Sad Larcher José

Resumen

Son pocos los momentos en que nos detenemos a valorar nuestros logros personales. Son menos aún las situaciones en que nos ocupamos de agradecer a quienes nos dieron la oportunidad de realizarlos. Paradójicamente, esto ocurre en nuestra profesión, en la cual nada nos molesta más que la ingratitud. Relata una anécdota que un paciente permanecía en la cama del hospital, a punto de morir. -¡Está aquí doctor! Exclamó el enfermo, dirigiéndose al médico de toda su vida, que entraba en la habitación. -Sí, claro que sí. Contestó él. Con voz delicada el paciente preguntó: - ¿Recuerda hace muchos años, cuando tuve esa infección tan severa? Usted estuvo a mi lado. ¿Y cuando tuve ese accidente, que me dejó tantas secuelas? Usted justo estaba en el hospital la madrugada en que llegué malherido. Además de todo eso, ¡también estuvo conmigo cuando me detectaron el tumor! El paciente respiró profundamente y terminó diciendo: - ¿Sabe qué, doctor?, usted siempre me trajo mala suerte. La definición castellana de ingratitud implica “desprecio y olvido por lo que hemos recibido”. Reconocemos fácilmente la ingratitud cuando la sufrimos, nunca cuando la cometemos. Cuan frecuente es el sentimiento de que lo que logramos es merecido, mientras que lo que ofrecemos es parte de nuestras virtudes. La ingratitud no es un mal de nuestro tiempo, está dentro del hombre mismo. Jesús curó a diez leprosos, sólo uno volvió a agradecerle. “Y los otros nueve, ¿dónde están?” , preguntó Él.

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2005-09-01   |   1,336 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 22 Núm.1. Enero-Marzo 2004 Pags. 33-34 Exp Médica 2004; 22(1)