El sueño de la razón produce monstruos

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Creación de: Pepe González “Bodegón sin regla” (Fragmento) «El sueño de la razón produce monstruos» La dualidad define nuestra naturaleza, viejo debate dialéctico del que es difícil escapar. Los opuestos: blanco y negro, bien y mal, alto y bajo; cada categoría lleva implícita su contraria. Una oposición que me interesa se refiere a la naturaleza del pensamiento: por un lado, la razón, el concepto, la norma, la proporción; por otro, el sentimiento, el deseo, la pasión, la intuición. Sería fascinante lograr un equilibrio donde cerebro y corazón se complementaran y posibilitaran el uno al otro, pero lo cierto es que semejante concierto suele ser muy difícil de obtener; lo común, por el contrario, es que alguno de los dos niegue la posibilidad del otro. Dicho de otra manera: una verdadera lucha de contrarios, una especie de maniqueísmo del alma. En los grupos sociales, ambas tendencias están representadas por la diferenciación de las profesiones o los oficios; esperamos en su trabajo la mayor objetividad de los economistas o los ingenieros, no así de los poetas. Una cosa es lo que se refiere a la necesidad que tenemos de adaptarnos pragmáticamente al entorno, y otra muy diferente es la que atañe a la representación simbólica de ese entorno. La civilización contemporánea, con todos sus logros aterradores en cuanto al control de los fenómenos naturales, ha desarrollado una manera de pensamiento claramente sesgada hacia las ciencias exactas: la tecnología se rige por parámetros de carácter pragmático y utilitario. Es natural, por lo tanto, que nuestra educación y nuestros valores estén orientados en ese sentido. También es cierto que las conquistas de las que hemos hablado no parecen satisfacer por completo nuestras necesidades; parece ser que mientras avanzamos en un sentido, retrocedemos en el otro. Hasta tal punto, que en áreas como la de las artes visuales está de moda hablar de conceptualidad como la condición de posibilidad de lo contemporáneo. Hay una relación estrecha entre lo que podemos comprender, tematizar, y lo que podemos conceptualizar. Si bien es cierto, ésa es la forma de discernir más moderna y que más se nos facilita, no por ello es la adecuada para pensar esa otra dimensión opuesta que se refiere a lo no tematizable, lo no comprensible por la razón. Permítanme citar a Francisco de Goya: «El sueño de la razón produce monstruos», esta frase parece hoy más lúcida que nunca. No por negarlo desaparece aquello que le es propio al capricho del alma. La dificultad está en encontrar un lugar apropiado para satisfacerlo y, sin embargo, ese espacio está frente a nosotros: solemos llamarlo arte. Es dentro de este marco donde yo comprendo la pintura. La pintura sigue teniendo para mí una capacidad de evocación como pocas otras cosas; es una ficción que se refiere al mundo, pero es diferente de él, como la memoria; tiene, además, la capacidad de encarnar significados que tocan fibras profundas e ignotas, pero, sobre todo, ver pinturas es una de las actividades más placenteras de mi existencia. He aprendido con los años, cuando miro un cuadro a no tratar de comprenderlo, sólo busco sentirlo, como si sólo tocara mis sentidos; como cerrando el entendimiento en un acto de contemplación extática, imagino que es algo parecido al arrobo místico. Fotografía: Jorge González Agradecimiento: Quinta Galeria

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2005-10-04   |   1,343 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 34 Núm.3. Septiembre 2005 Pags. Rev Col Psiqui 2005; XXXIV(3)