Fragmento

La mayoría de las dolencias que sufría la humanidad no se podían tratar quirúrgicamente y en otras afecciones agudas tampoco se podía emplear la anestesia, como en los dolores originados por desordenes crónicos como la artritis y el dolor de cabeza o de muelas. Para estos padecimientos, se necesitaba otro tipo de droga que eliminase el sufrimiento y permitiera a la persona seguir su curso de vida normal. En el verano de 1758, el R. P. anglicano Edward Stone, de Chipping Norton, en Oxfordshire, volvió a sufrir un ataque de reuma acompañado de fiebre. Por casualidad empezó a masticar un trozo de sauce blanco (salís alba). A pesar de su extraordinaria amargura, se sorprendió de que, efectivamente, aliviaba su malestar. De inmediato, ideó un método para secar y pulverizar la corteza, experimentó consigo mismo, para descubrir la dosis ideal. En los cinco años siguientes, administró su remedio a otras cincuenta personas; el efecto no falló nunca. Entusiasmado por su descubrimiento, el 25 de abril de 1763 lo notificó al conde de Macclesfield, presidente de la Royal Society. Sin embargo fue ignorado.

Palabras clave: Analgésico antipirético aspirina.

2005-10-07   |   1,826 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 2 Núm.2. Julio-Diciembre 2002 Pags. 46-48 Rev Méd UV 2002; 2(2)