Autores: Gómez de la Cortina Ramírez José Carlos, López Herranz Gloria Patricia, Ramos Hernández César Rubén
Entre las múltiples decisiones, a menudo de urgencia, que debe tomar el médico anestesiólogo en quirófano se encuentra la de transfundir a su paciente: ¿En qué momento?, ¿a qué velocidad y volumen de infusión?, ¿qué elementos? No es lo mismo enfrentarse a un sangrado quirúrgico esperado y definido o al "sangradito" en sábana, poco preciso, de punto de partida inexacto, atribuible a factores no quirúrgicos, sino de origen médico, como por ejemplo la dilución o por consumo. Otro es el caso de hemorragias quirúrgicas no bien detectadas, no esperadas y difíciles de controlar. Especial mención merecen los sangrados en cirugía cardiaca, en cirugía ortopédica, en casos especiales de obstetricia; los presentados en cirugía de transplantes, sobre todo de hígado, aún no muy frecuentes en nuestro medio. También es necesario tener en mente los sangrados transoperatorios en pediatría, puesto que como no es posible predecir cuánta sangre será necesario reponer, el estimado se hace sobre guías que en los casos de pediatría se deben observar con más precisión por las razones obvias de la relación peso/talla y del volumen de líquido perdido y superficie corporal del paciente pediátrico. Así pues, recordemos que cada caso se debe valorar, tal vez primero, por el grupo de edad: paciente infantil, adulto joven o anciano, y estado general de cada paciente, tipo y tiempo de cirugía etcétera. Existen pruebas de laboratorio que evalúan las grandes hemorragias y contamos con sustancias como el inhibidor de proteasas que son capaces de disminuir el volumen de pérdida sanguínea.
Palabras clave: .
2002-12-21 | 2,955 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 63 Núm.4. Octubre-Diciembre 2000 Pags. 288-290. Rev Med Hosp Gen Mex 2000; 63(4)