La orina normal expuesta al aire sufre primero la fermentación ácida, cuya influencia hace que el líquido se oscurezca, mientras que el aumento de acidez ocasiona que cristales de ácido úrico se depositen en el fondo del vaso. Este estado puede persistir durante semanas; luego la orina súbitamente alcanza la fermentación amoniacal, que se eleva tan rápidamente que la temperatura exterior es más elevada y la orina más diluida. El color del líquido vuelve a aclararse, es menos pardo; el ácido úrico se disuelve nuevamente y se deposita como un sedimento blanco grisáceo, de aspecto cristalino al microscopio; este sedimento está formado de fosfato de calcio y amoniaco magnesiano, y de carbonatos terrosos frecuentemente mezclados al urato amoniacal. La orina presenta entonces un olor fétido y comunica al papel rojo tornasol una coloración azul que desaparece al secarse, a menos que los álcalis fijos no se mezclen a la orina. Algunas veces la adición de un ácido produce burbujas de ácido carbónico. La fermentación amoniacal de la orina se caracteriza por la transformación de la orina en carbonato de amoniaco bajo la influencia de un fermento figurado (torulacée), que es fácil de recoger en un filtro. Las orinas son ácidas en una serie de enfermedades acompañadas de fiebre, tales como la fiebre tifoidea, el reumatismo articular agudo, la neumonía, la pleuresía, etcétera. Además, los sedimentos de estas orinas son formados por uratos, ya que los fosfatos son fácilmente solubles en un medio ácido. La acidez de la orina puede aumentar después de ingerir ácidos inorgánicos, y más raramente orgánicos, que son en parte eliminados sin haber sufrido modificaciones químicas.
2005-11-25 | 10,799 visitas | 1 valoraciones
Vol. 17 Núm.3. Julio-Septiembre 2005 Pags. 102-103 Lab acta 2005; 17(3)