La formación del buen médico.

Autor: Viesca Treviño Carlos

Fragmento

El 7 de enero pasado se cumplieron 425 años de que el doctor Juan de la Fuente profesó por primera vez cátedra de medicina en la Universidad de México. Dicho acontecimiento sucedió en 1579 y tiene una importancia capital para la medicina mexicana. Con ello se dio inicio de manera oficial a la formación de médicos en nuestro país, una vez que las instituciones de origen español habían quedado bien establecidas en nuestro país. Con ello asimismo se retomaba una vez más uno de los viejos problemas con los que siempre ha vivido la medicina, uno de los grandes problemas a los que siempre se ha encarado, que era, ni más ni menos, el de la formación de buenos médicos. No obstante cualquier consideración que se hiciere, ese 7 de enero se renovaba una vez más, como tendría que renovarse en repetidas ocasiones en los poco más de cuatro siglos transcurridos desde entonces y se tendrá que replantear en lo sucesivo. Esto, por supuesto, no quiere decir que no hubiera habido antes médicos mexicanos y menos aún que en los milenios de desarrollo de las culturas indígenas no hubieran sido formados dignos representantes de su saber en el arte de curar. ¿Cómo se les enseñaba? ¿Qué tenían que aprender? ¿Quiénes eran sus profesores? Incluso nos hemos preguntado muchas veces si había escuelas en las que se enseñara el arte de curar y, por mucho que se haya hablado del lugar que en esto pudieran jugar los calmecac, no se ha ido más allá de hacer suposiciones más o menos plausibles y constatar que la gran mayoría de los médicos indígenas mexicanos aprendieron sus quehaceres profesionales de manera tutelar y que en cierta manera la medicina fue fundamentalmente artesanal. Con esto quiero decir que se educaba a los médicos mediante un sistema en el que actuaban como aprendices de los titici ya formados y que, si bien en las grandes ciudades es muy posible que dicha enseñanza se concentrara en los templos de los barrios en los que a su vez vivían concentrados médicos, orfebres y artífices del arte plumaria, en sitios de menor envergadura se llevaba a cabo en el entorno de las habitaciones familiares y de los sitios en los que los médicos acudían a prestar sus servicios. Pero, sin lugar a dudas se buscaba que los médicos así enseñados aprendieran bien el arte de curar, que fueran buenos médicos.

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2006-06-21   |   183 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 49 Núm.3. Mayo-Junio 2006 Pags. III-IX Rev Fac Med UNAM 2006; 49(Sup. 1)