Autor: Castillo Varona Eduardo
Ante un paciente con síndrome febril prolongado, donde existan elementos que apunten hacia la presencia de procesos sépticos, deben tenerse en cuenta las infecciones más frecuentes en nuestro medio: Localizadas: Endocarditis infecciosa; infección urinaria y prostática, intraabdominal o pelviana, osteoarticular, incluida prótesis; sinusitis y otitis media, absceso dentario periapical, infecciones vasculares (venosa, de aneurisma aórtico o endoprótesis vascular). Sistémicas: Tuberculosis (miliar, o extrapulmonar), infección por VIH, micobacteriosis, salmonelosis, brucelosis, leptospirosis, infecciones por especies de Chlamydia y Mycoplasma, paludismo, citomegalovirosis, mononucleosis infecciosa, toxoplasmosis; y también, aunque menos comúnmente: afección por arañazo de gato, enfermedad de Whipple, fiebre Q, micosis sistémicas y parasitosis intestinal. En caso de tuberculosis no puede obviarse que durante la diseminación hemática, que ocurre en el desarrollo de la primoinfección tuberculosa, el hígado es capaz de recibir y albergar una carga considerable de bacilos por sus características anatomofuncionales; sin embargo, esa cantidad será verdaderamente grande en pacientes con tuberculosis peritoneal o intestinal.
2006-10-20 | 1,609 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 10 Núm.1. Enero-Marzo 2006 Pags. Medisan 2006; 10(1)