Autor: Pérez Torres Armando
Antonie Van Leeuwenhoek (1632-1723) observó y dibujó, por primera vez, eritrocitos, espermatozoides, bacterias, células musculares cardiacas y numerosos protozoarios, utilizando un microscopio simple con un límite de resolución cercano a 1 mm y con aumentos de hasta 250X. Desde entonces, el microscopio ha sido el instrumento científico al que más se le ha dedicado ingenio y trabajo para mejorarlo y mantenerlo. En 1889, Ernst Abbé (1840-1905) anunció la creación de un microscopio “definitivo”, corregido para la mayoría de las aberraciones y con un límite de resolución de 0.2 mm, cercano a la mitad de la longitud de onda de la luz empleada, y aumentos totales útiles de 2000X. El mismo Abbé estableció, antes de descubrirse el electrón, que “se requerían nuevas formas de radiación de longitud de onda corta y nuevos instrumentos con los cuales, en un futuro, nuestros sentidos investiguen los elementos últimos del universo”. En la primera mitad del siglo XX se inventaron los microscopios electrónicos de barrido y de transmisión, y nuevos tipos de microscopias fotónicas como la de fluorescencia, de contraste de fases y de contraste interferencial diferencial, entre otras. En paralelo, se mejoran las técnicas de procesamiento de tejidos y de células para estas microscopias. Por ensayo y error se generan numerosas técnicas de tinción y de impregnaciones metálicas, se diseñan técnicas de histoquímica no enzimática y enzimática, de inmunofluorescencia, de inmunohistoquímica enzimática y de inmunomarcaje ultraestructural. El empleo de la tecnología de los anticuerpos monoclonales y de diversas estrategias para incrementar la selectividad, entendida ésta como la “facilidad” para observar la unión del anticuerpo al antígeno, consolidó las técnicas de inmunolocalización de componentes celulares y titulares.
2006-10-24 | 629 visitas | 1 valoraciones
Vol. 49 Núm.4. Julio-Agosto 2006 Pags. 137-138 Rev Fac Med UNAM 2006; 49(4)