Autor: Restrepo Lucas
Aunque la historia clínica y el examen neurológico son casi siempre suficientes para hacer el diagnóstico de apoplegía, la crucial diferenciación entre ictus hemorrágico e isquémico sólo puede establecerse con neuroimágenes, como la tomografía axial computadorizada (TAC) y la resonancia magnética (RM). La principal ventaja de la TAC sobre la RM radica en su rapidez y disponibilidad. Sin embargo, la utilidad diagnóstica de la RM supera ostensiblemente a la de la TAC. Por ejemplo, los cambios isquémicos pueden detectarse de manera más conspicua y precoz mediante RM. De hecho, la extensión del daño cerebral irreversible y del tejido que corre riesgo de infartarse pueden ser demostrados al combinar las secuencias de difusión y perfusión. La RM del paciente con ataque cerebrovascular isquémico generalmente demuestra un tamaño y localizacion desigual entre los defectos de difusión y perfusión. Cuando la lesión en las imágenes de perfusión es mayor que el defecto de difusión asociado, se utiliza por convención la palabra “discrepancia” o “desigualdad” (“mismatch”). La discrepancia entre difusión y perfusión (difusión menor que perfusión) anuncia la presencia de tejido cerebral hipoperfundido, a riesgo de infartarse y por tanto, es útil para guiar la terapia. El presente artículo tiene como propósito discutir la utilidad y méritos diagnósticos de la TAC y la RM durante el ACV, mostrando varios ejemplos en que las neuroimágenes ayudaron a clarificar el problema clínico y a guiar el manejo de manera específica.
Palabras clave: ACV accidente cerebrovascular imagen por resonancia magnética.
2006-12-06 | 2,525 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 22 Núm.1. Enero-Marzo 2006 Pags. 31-41 Acta Neurol Colomb 2006; 22(1)