Autor: Díaz Maqueo José Clemente
Replicó Yahvé: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mi desde el suelo. Pues bien maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.{…}” Génesis 4, 10 -11. Es tanta la importancia que la sangre ha significado para la humanidad desde las épocas prehistóricas, que no es de extrañar que aparezca mencionada desde los primeros capítulos del Génesis, en el tan conocido pasaje del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín. Por eso, el destacado hematólogo Maxwell M. Wintrobe señala atinadamente que: La sangre ha fascinado siempre a la humanidad. Ha sido considerada como una sustancia viva, la esencia misma de la vida. Los poetas han escrito sobre la sangre gruesa y la sangre delgada y pálida. Sobre la sangre roja y la sangre azul, y sobre la sangre “pura y elocuente”. Goethe consideró a la sangre como “ein ganz besondrer Saft” (“un jugo muy especial”). Y en nuestra hermosa lengua castellana, uno de sus grandes poetas, el español León Felipe, que se casó, pasó buena parte de su vida y murió en México, que fue administrador de hospitales en África y de quien uno de sus biógrafos dijo “es un hombre de sangre y no de letra”, puedo agregar muchos ejemplos de entre los que he escogido estos fragmentos de dos de sus poemas: “y sangre el vino, sangre de Dios y sangre de mi cuerpo… y “de una tribu sin sangre, de unas cuencas sin lágrimas,…”.
2007-01-13 | 6,890 visitas | 2 valoraciones
Vol. 2 Núm.13. Marzo-Junio 2006 Pags. 52-54 Bol Med UAS 2006; 2(13)