Del ratón al hombre en menos de treinta días

Autor: Laguens Rubén P

Fragmento

A fines de siglo pasado se comunicó que la inyección por vía endovenosa de neuroblastos inmaduros cultivados in vitro en ratones irradiados daba origen a células sanguíneas. Esta observación, diferenciación de cerebro en sangre, y otras similares: médula ósea diferenciada en hígado, músculo esquelético en sangre, sangre en neuroglía, médula ósea en músculo, dieron por tierra con el dogma de que la única posibilidad de diferenciación de una célula progenitora una vez alojada en un tejido es la de producir exclusivamente las células pertenecientes a ese tejido y no otras estirpes celulares. Estos estudios abrieron una nueva era, la de la biología de las células tronco (stem cells) y del transplante celular. Desde ese momento se incorporaron nuevas palabras al lenguaje biomédico, tales como plasticidad y transdiferenciación. En el número de abril de 2001 de la revista Nature, Orlic y colaboradores comunicaron que el transplante de células adultas de médula ósea en el infarto de miocardio experimental del ratón inducía la aparición de nuevas células musculares, además de proveer nuevos vasos sanguíneos. Pese a lo incompleto de este estudio, que se realizó solamente a los nueve días después del infarto, y cuya evolución posterior no se estudió, el 26 de agosto de ese mismo año, cuatro meses y veinte días más tarde, apareció publicado el primer ensayo de transplante de médula ósea autóloga en humanos con infarto agudo de miocardio, después de un seguimiento de diez semanas. Ello permite estimar que en sesenta días se seleccionó al paciente apropiado para el estudio, se obtuvo la autorización de un comité de ética, se escribieron los resultados, fueron analizados por un comité editorial y, finamente, se publicaron. Un año después, los mismos investigadores publicaron los resultados de un ensayo de fase 1 con 20 pacientes, 10 de los cuales recibieron por vía intracoronaria células de médula ósea después de una angioplastia exitosa, realizada en la fase postaguda del infarto, y el año pasado se publicaron los resultados de otros dos estudios, uno aleatorizado con 60 pacientes, y otro no aleatorizado, sobre el efecto que producía la inyección intracoronaria de células mononucleares de la médula ósea o de células mononucleares obtenidas de sangre periférica sobre la evolución de infartos agudos. Por último, un mes atrás, en marzo de este año, en la Sesión Científica Anual del American College of Cardiology, se comunicaron los resultados de dos nuevos estudios en humanos. Estos, realizados en pacientes con infartos no demasiado severos, mostraron una mejoría modesta, pero significativa, de la función cardíaca.

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2007-01-17   |   798 visitas   |   Evalua este artículo 0 valoraciones

Vol. 4 Núm.1. Mayo 2005 Pags. 23-25 Qviva 2005; 4(1)